viernes, 14 de abril de 2023

La muerte de Yamamoto: un crimen de Estado

 

Por Freddy González

“Se considera un crimen de Estado a un acto cometido por un gobierno, agencias, personas u organismos que trabajan para éste y que va en contra de derechos y principios internacionales establecidos como lo es el derecho a la vida».
El almirante Isoroku Yamamoto, comandante en jefe de la Flota Imperial Japonesa durante la segunda guerra mundial, fue el planificador y ejecutor del ataque a la base militar estadounidense de Pearl Harbor en la isla de Hawaii el 7 de diciembre de 1941.
Esta acción obligó a los EEUU a entrar al conflicto bélico dos año y cuatro meses después de iniciada la segunda guerra mundial, el primero de septiembre de 1939, con la invasión del ejército Alemán a Polonia.
Durante los primeros dos años de guerra, la industria bélica del gran capital Estadounidense vendió armas, pertrechos, vehículos militares y todo tipo de vituallas al mejor postor bajo su supuesta neutralidad.
Es partir del fatídico 7 de diciembre, «fecha que vivirá en la infamia», como lo declaró el presidente Franklin Delano Roosevelt, que los EEUU son empujados a participar en el conflicto bélico de parte de los países que ya combatían al Eje Roma, Tokio, Berlín, al cual Japón se había integrado el 27 de septiembre de 1940.
Cinco años antes del ataque a Pearl Harbor, los Estados Unidos y Japón entraban en conflicto por el dominio de las islas del Pacífico, la invasión Nipona a China y otros pueblos del sudeste asiático, lo que obligó a los estadunidenses a tomar medidas económicas contra el gigante asiático, como lo eran un fuerte embargo económico y restricción al mercado petrolero, lo que según historiadores Nipones provocó la acción, instigada por el sector militar dirigido por el primer ministro Hideki Tojo.
Nueves meses antes, el 13 de abril del 1941, Japón firmó con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), un tratado de Neutralidad y no Agresión, lo que daba por terminado un conflicto bélico entre ambos iniciado en 1938, creando las condiciones para que “El Imperio del Sol Poniente” planificara su plan de ataque a los EEUU con su retaguardia cubierta.
Aunque el ataque sorpresa a la isla Hawaiana, causó alrededor de unos 2,400 muertos, daños a la estructura física de las instalaciones militares, la destrucción de parte de la flota anclada en la bahía, el objetivo principal del ataque no fue logrado porque los portaviones no estaban ese día anclado en la bahía
Al día siguiente, el 8 de diciembre, también fueron atacadas y conquistadas las filipinas, donde los Estadounidenses tenían su segunda base militar de más importancia en el Pacífico, comandada por el general Douglas MacArthur.
A partir de esos hechos Yamamoto se convirtió en el principal enemigo de los EEUU por lo que toda la inteligencia de ese país estaba rastreando los movimientos de este.
Para el almirante Chester Nimitz, jefe de la Armadas Estadounidenses en el pacífico, ubicar, perseguir y ejecutar a Yamamoto no solo era su principal objetivo sino también una obsesión enfermiza.
Así como la inteligencia de Nimitz pudo interceptar y descodificar el ataque a la base de Midway, donde la armada japonesa sufrió su mayor derrota a lo largo del conflicto, también lograron saber el 13 de abril de 1943, de una labor de inspección a las tropas niponas en las islas Salomón que realizaría un alto militar que supusieron que se trataba del jefe de la Armada Imperial Isoroku Yamamoto.
Operación Venganza
«la primera condición para la venganza es que la herida, convertida en llaga purulenta, infeccione el alma, que el agravio haya penetrado en el hondón de la persona y echado raíces sólidas convirtiendo al vengativo en un maniático apasionado por llevar a cabo el acto de venganza.» ( Carlos Gurmendez, filósofo Español).
Con éste nombre fue designado el operativo militar que ubicó, persiguió y asesinó a Yamamoto.
Descifrado con exactitud día, horas y lugares que se llevaría la inspección, Nimitz, planifico el asesinato de Yamamoto y lo sometió a la consideración del presidente Roosevelt, quien no lo objetó, como tampoco lo hizo el jefe de la armada de los EEUU, Ernest J. King.
Aprobado el plan, se destinó una escuadrilla de 18 aviones cazas P-38 emplazados en la isla de Guadalcanal, para ejecutar la orden el día 18 de abril de 1943 a las 9:35 A.M, hora establecida en el plan para interceptar y derribar el avión en que viajaba Yamamoto, escoltado por una escuadrilla de Zero que trabaron combate con los Estadounidenses sin poder evitar que su líder militar fuera alcanzado y derribado, muriendo al instante impactado por varios proyectiles uno de los cuáles les destrozó la mandíbula.
Es innegable la existencia de un estado de beligerancia entre ambos países en el marco de la segunda guerra, pero eso no exime a ninguna de las partes de una conducta ética y moral de respecto a la integridad física de los participantes no caídos en combate.
Fue una acción en violación a todos los Convenios de Ginebra desde 1864 a la fecha, que buscan respetar la dignidad humana y la integridad física de los que participan en conflictos bélicos en estado de vulnerabilidad, cómo lo fue en este caso de planificar y acechar a un contrincante con fines de ultimarlo.
Así termino su vida el jefe de la Armada Imperial Japonesa, planificador del ataque a Pearl Harbor, víctima de un crimen de Estado, con la anuencia del Trigésimo segundo (32) Presidente de los Estados Unidos, el Demócrata Franklin Delano Roosevelt.
A 80 años después del crimen contra el más odiado de los militares Japonés que participaron en la conflagración más letal de la historia de la humanidad con un saldo de las de 50 millones de víctimas, el Almirante Isoruku Yamamoto, nadie puede negar que fue un ASESINATO con premeditación y asechanza, orquestado y dirigido por el gobierno de los Estados Unidos de América.

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