Una amenaza para Europa
El dictador ruso Vladimir Putin sigue poniendo a prueba la capacidad de decisión occidental: fuentes oficiales ucranianas afirman que Rusia ha utilizado el misil de crucero 9M729, conocido como SSC-8 Screwdriver (atornillador), contra Ucrania en múltiples ocasiones desde agosto. Este misil, que supera los límites de alcance del Tratado INF —un acuerdo de la Guerra Fría entre EEUU y la URSS para eliminar los misiles balísticos y de crucero con un alcance de entre 500 y 5.500 kilómetros—, se ha empleado en al menos 23 ataques, incluido uno que recorrió más de 1.200 kilómetros.
El SSC-8 Screwdriver es un misil de crucero lanzado desde tierra, móvil y con capacidad para portar tanto ojivas convencionales como nucleares. El uso de esta arma, afirman los analistas y expertos internacionales, pone de manifiesto el desprecio de Rusia por el Tratado INF y sirve como mensaje a Ucrania y sus aliados. La gravedad de este movimiento la resume John Foreman, ex agregado de defensa británico en Moscú y Kiev: «Si se demuestra que Rusia está utilizando misiles de alcance INF, que podrían ser fácilmente nucleares, en Ucrania, entonces eso es un problema para la seguridad europea, no sólo para Ucrania».
Un arma diseñada para amenazar a Europa
El 5 de octubre, un ataque ruso golpeó un edificio residencial en el pueblo ucraniano de Lapaiivka, a más de 600 kilómetros de territorio ruso, matando a cuatro personas. Entre los escombros, los investigadores ucranianos fotografiaron fragmentos del arma usada. Las imágenes, revisadas por expertos occidentales, mostraban restos de un motor y un tubo que contenía cableado con la marca inequívoca «9M729». Jeffrey Lewis, experto en seguridad global del Middlebury College, afirma que tanto las piezas como las marcas eran consistentes con lo que se esperaba del misil Screwdriver. Un misil lanzado ese mismo día, según una fuente militar, voló más de 1.200 kilómetros hasta su objetivo.
El 9M729 es, en esencia, un pequeño misil autoguiado que vuela a baja altura para evitar los radares. Su capacidad de portar una cabeza nuclear lo convierte en un arma estratégica. Su desarrollo secreto fue precisamente la razón por la que la administración Trump retiró a Estados Unidos del Tratado INF en 2019, argumentando que Rusia ya lo estaba violando al desplegar este sistema. Moscú siempre lo negó, afirmando que su alcance era inferior a los 500 kilómetros, una afirmación que los hechos desmienten. Su uso en Ucrania es la primera confirmación en combate de su existencia y de sus capacidades reales.
Para Ucrania, la aparición del 9M729 en el campo de batalla supone un nuevo y grave desafío. Según Douglas Barrie, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, este misil ofrece a Rusia la ventaja de poder efectuar ataques desde lugares más profundos y seguros dentro de su propio territorio, lejos del alcance de las defensas ucranianas. Además, como señala Jeffrey Lewis, abre «diferentes ejes de ataque, lo que es difícil para las defensas aéreas», y aumenta el arsenal de misiles de largo alcance de Rusia en un momento en que podría estar agotando las existencias de otros modelos como el Kalibr (lanzado desde el mar) o el Kh-101 (lanzado desde el aire).

Recadito para la OTAN
El empleo de esta arma va más allá del campo de batalla ucraniano: es una señal deliberada dirigida a Occidente. Analistas como William Alberque, del think tank Pacific Forum, creen que «Putin está tratando de aumentar la presión como parte de las negociaciones de Ucrania». El misil fue diseñado específicamente con Europa en mente, y su alcance estimado, que según algunos análisis supera los 2.000 kilómetros, pone a la mayoría de las capitales de la OTAN bajo amenaza directa desde lanzaderas móviles y difíciles de detectar. El Kremlin está demostrando que posee un arma que anula uno de los pilares de la seguridad europea de las últimas tres décadas y que no dudará en usarla para alcanzar sus objetivos.
Un cambión de transporte con el predecesor del ‘Atornillador’, el 9M728/SSC-7, en posición de lanzamiento. (Vadim Grishankin)
Los analistas coinciden en que el uso del misil cumple una doble función. Por un lado, ofrece una ventaja militar tangible para continuar su campaña de bombardeos sobre la infraestructura ucraniana. Por otro, sirve como una herramienta de coerción geopolítica. Es una forma de disuadir a los aliados de Ucrania de suministrarle armas de largo alcance, como los misiles Tomahawk, al mostrar que Rusia está dispuesta a escalar el conflicto utilizando su arsenal prohibido. Como observa Douglas Barrie, para Rusia también es una oportunidad de probar en un entorno de combate real un arma que «han tenido en el armario».
Al normalizar el uso de un arma de alcance intermedio con capacidad nuclear, Putin no solo desmantela un tratado de control de armas fundamental, sino que abre la puerta a una nueva carrera armamentística en Europa. La confianza estratégica construida al final de la Guerra Fría queda hecha añicos, creando un entorno de seguridad mucho más inestable y impredecible. La pelota está ahora en el tejado de Occidente, que debe decidir cómo responder a una provocación que es una amenaza existencial directa para la seguridad de todo el continente.
Fuente EL CONFIDENCIAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario