Estos embates condujeron de manera eventual al asesinato del secretario general de Hezbolá, Seyed Hasán Narasllah, a pesar de las «rigurosas» medidas de seguridad establecidas para su protección
Desde que se le declaró como objetivo para Israel, el dispositivo de seguridad de Nasralá había sido implementado con precaución extraordinaria. Personas en su círculo inmediato tenían prohibido usar teléfonos celulares o internet. Además, Nasralá adoptó un estilo de vida altamente reservado, con frecuencia trasladado entre diferentes apartamentos y nunca quedándose en una sola ubicación durante un periodo prolongado. Así mismo, fueron creados pequeños pasillos en los edificios adyacentes para permitirle moverse de un sitio a otro sin necesitar un vehículo.
Estas medidas proporcionaron una sensación de seguridad a su unidad de protección, sobre todo desde que sus movimientos fueron ocultados de la vigilancia aérea, lo que redujo el riesgo de detección por drones o satélites que continuamente recogen inteligencia.
La ubicación específica atacada era conocida como el “Cuartel General Khatam al-Anbiya”, un centro de dirección supervisado por el comandante Fouad Shukr, a quien se le encomendó el manejo de la denominada batalla “Tormenta de Al-Aqsa” desde el 8 de octubre de 2023. Shukr fue un frecuente visitante de este sitio. Sin embargo, a pesar de su asesinato en un suburbio de Beirut el 30 de julio, Hezbolá no vio el incidente como un signo de violación de la seguridad interna, ya fuera por medios humanos o electrónicos.
Fouad Shukr, también conocido como el “mujtar” (líder) de Ouzai, se movía visiblemente en el área con cierta despreocupación. El día de su asesinato, en vez de hacer que su chofer lo llevara al garaje del piso inferior, salió de su coche directamente en frente del edificio, donde mucha gente en la zona notó su presencia. En su rol, de manera inadvertida, dejó rastros de sus movimientos que la inteligencia israelí aprovechó.
Asimismo, Hezbolá había estado reponiendo depósitos luego de desplegar más de 8 mil misiles, cohetes y drones en los últimos 11 meses, todo ello oculto a la mirada vigilante de la inteligencia estadounidense e israelí, incluidos sus satélites. Estas pistas dieron información vital, especialmente respecto a sus responsabilidades como comandante de las unidades de lanzamiento de misiles de Hezbolá. En última instancia, Israel usó esta inteligencia para llevar a cabo su operación contra las capacidades misilísticas de Hezbolá en la superficie.
Por lo tanto, no fue tan sorpresivo que Israel se hubiera percatado de la presencia de Nasralá en el lugar donde fue finalmente abatido. Esto ocurrió después de varios meses en los que Israel se abstuvo de apuntar contra los líderes de Hezbolá, excepto hacia aquellos directamente involucrados en el conflicto y en combate activo; ambas partes se adhirieron en gran medida a estos límites extraoficiales.
Más aun, el ataque fue acompañado de un incidente en el que un misil -que la defensa antiaérea hebrea fue incapaz de interceptar- explotó en un área residencial de los Altos del Golán (Majdal Shams) provocando decenas de muertos y heridos, por el cual Israel acusó a Hezbolá y atacó al comandante Fouad Shukr.
Luego de los ataques de Hezbolá, se produjeron una serie de ataques que escaló las tensiones. El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu expresó su determinación de extender el conflicto a lo largo de todo el territorio libanés, de manera que atacó miles de objetivos –algunos de ellos con precisión– y mató a líderes claves de la Resistencia libanesa. Tal ofensiva redoblada siguió a una operación de sabotaje mortal que afectó buscapersonas y después walkie-talkies el 17 y 18 de septiembre.
Después del primer día de sabotaje, Hezbolá sospechó que las baterías de las radios portátiles, que habían sido adquiridas a la misma empresa que los buscapersonas, podrían estar comprometidas. Como resultado, a pesar de la potencia de los explosivos incrustados dentro de las baterías de comunicación inalámbrica, las pérdidas humanas el 18 de septiembre fueron menos de lo esperado, ya que Hezbolá logró neutralizar un significativo número de estos artefactos antes de que detonaran. Sin embargo, no hubo un consenso inmediato respecto a una investigación exhaustiva sobre la posibilidad de una violación de la seguridad electrónica o humana.
Israel anunció que su inteligencia para la operación estuvo basada en una combinación de fuentes visuales, humanas y electrónicas, particularmente de sus Unidades 9900, 8200 y 504, las cuales proveyeron información crucial al indicar que Seyed Hasán Nasralá había entrado a una sala de reunión donde estaban esperándolo oficiales de alto rango, incluido el comandante adjunto del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán, el mayor general Abbas Nilforoushan y su comandante de la sala de operaciones conjunta –ambos presentes para apoyar la denominada batalla “Tormenta de Al-Aqsa”–.
La Unidad 9900 se especializa en inteligencia visual, enfocada en imágenes satelitales y aéreas para monitorear los movimientos enemigos y localizar objetivos estratégicos. Usa tecnologías geoespacial y electro-óptica avanzadas para rastrear objetivos de alto valor, como el propio Nasralá. Su experticia permite recoger información detallada sobre locaciones específicas, hasta detalles menores del terreno. En este caso, la habilidad de la Unidad 9900 para registrar movimientos en tiempo real podría haber sido determinante para confirmar la presencia de Nasralá en el punto de reunión, lo que ayudó a que el ejército israelí planificara la ofensiva con precisión.
La Unidad 8200 es el principal módulo de inteligencias de señales (Sigint) y de ciberguerra de Israel, por lo que fue repetidamente atacada por Hezbolá que, según afirman, le produjo daños importantes. Es la responsable de interceptar y analizar las comunicaciones recopilando inteligencia de fuentes electrónicas y participando en operaciones cibernéticas. Es probable que capturara algunas comunicaciones encriptadas de Hezbolá o infiltrara sus redes digitales, lo que permitió a Israel rastrear movimientos, identificar reuniones importantes y recopilar información vital sobre los paraderos de Nasralá.
La capacidad de la Unidad 8200 para descifrar comunicaciones e interrumpir las redes es considerada una de las más avanzadas del mundo y su rol en esta operación probablemente incluyó el monitoreo de comunicaciones del círculo interno de Nasralá, por lo que dio información precisa de sus movimientos.
La Unidad 504 se especializa en inteligencia humana, enfocada en el reclutamiento y el manejo de informantes, especialmente dentro de ambientes hostiles o de difícil acceso. Es conocida por trabajar de cerca con espías y colaboradores que pueden proveer inteligencia en el terreno. En el caso del asesinato, la Unidad 504 quizás consiguiera informantes dentro de Hezbolá o en el destacamento de seguridad de Nasralá, lo que proporcionó información específica y viable sobre sus movimientos y la reunión en el “Cuartel General Khatam al-Anbiya”.
La participación de agentes humanos puede explicar cómo Israel supo no solo sobre la presencia de Nasralá sino también la de oficiales de alto rango en la sala de reunión, con lo cual aseguraron que la operación se llevara a cabo en el momento óptimo con el máximo impacto.
Estas unidades forman una red integrada que combina vigilancia visual, intercepción electrónica e inteligencia humana para proveer conocimiento situacional articulado. La colaboración de estos activos de inteligencia permitieron a Israel infringir el aparato de seguridad de Hezbolá y eliminar a una de sus figuras más custodiadas. Esto destaca el creciente rol de la tecnología avanzada y la inteligencia en la guerra moderna, en la que los datos electrónicos y humanos convergen para producir resultados militares de alta efectividad.
También concurrieron a la reunión Ali Karaki (Abu al-Fadl), comandante general de las operaciones del sur de Hezbolá, el funcionario de seguridad haj Nabil y el director de la oficina de Nasralá, Haj Jihad, junto con planificadores militares claves que fueron responsables de sugerir objetivos y discutir las capacidades israelíes. Estos líderes resaltaron posibles ubicaciones sensibles a las que Hezbolá podría apuntar en represalia por las recientes operaciones de sabotaje y el asesinato de sus líderes.
Trágicamente, todos los presentes en la sala fueron abatidos cuando el ataque destruyó el edificio. Los paramédicos, usando múltiples corredores camuflados, lograron localizar los cuerpos, a pesar de las 85 toneladas de explosivos que utilizó Israel.
Este incidente planteó preguntas importantes. ¿Hubo vigilancia visual relacionada con satélites que confirmaron la presencia de Nasralá en el sitio durante varias horas, lo que daría a Israel el tiempo para preparar y lanzar el ataque? ¿Podrían haberse escondido dispositivos de rastreo dentro de los buscapersonas que llevaban muchos funcionarios varios meses antes o quizás dentro de las baterías con explosivos? ¿Fueron sus supuestos agentes, en el aparato de seguridad asignado para proteger a Nasralá, quienes filtraron información e identificaron el “objetivo dorado” en el lugar? ¿O fue una combinación de todos estos factores para brindar inteligencia precisa y necesaria para el ataque?
Ahora, Hezbolá enfrenta la urgente tarea de atender estas preguntas fundamentales. Cuestionar sus ubicaciones previamente usadas, operaciones en la superficie y revisar exhaustivamente su «inteligencia» si desea respuestas y prevenir futuras «violaciones de seguridad».
Esta situación le ofrece a Hezbolá la oportunidad de responder a los eventos recientes y decidir si escalar o no hacia un conflicto más amplio para el que Israel parece estar preparándose, todo mientras aborda las vulnerabilidades internas y sus defensas.
Hezbolá aun no ha respondido y se espera que los próximos días revele lo que haya planificado. Mientras tanto, los misiles siguen cayendo sobre cuarteles y asentamientos.
Fuente: La Haine