Ni siquiera se conocían antes de elaborar su plan de paz conjunto, pero este jueves en Madrid, tras exponer durante una hora y media su propuesta, el ex primer ministro israelí Ehud Olmert y el ex ministro de Exteriores palestino, Naser al Kidwa, se han fundido en un prolongado abrazo en medio del aplauso de los presentes, varios centenares de personas que han llenado el auditorio del Ateneo de la capital, en un acto organizado por el Real Instituto Elcano.
Fuera, fuertes medidas de seguridad, furgonetas policiales y agentes de seguridad privada, para evitar cualquier incidente durante la visita del expremier israelí, en medio de la peor ola de violencia en la región en décadas.
En esencia, su propuesta, que están presentando en varias capitales, no es demasiado novedosa. Se basa en el plan de dos Estados que es el consenso internacional y que, sin embargo, nadie ha sabido materializar hasta ahora. Propone, como solución al eterno conflicto, la creación de un Estado palestino viable en las fronteras previas a la guerra de 1967, con capital en Jerusalén Este, y con los dos territorios, Gaza y Cisjordania, conectados por una autopista y controlados por una autoridad que garantice la seguridad de su vecina Israel.
Hay detalles novedosos. Por ejemplo, una hoja de ruta para resolver el hecho consumado de que Israel tiene centenares de colonias establecidas en Cisjordania y ocupadas por 700.000 colonos. Se propone que las más importantes se anexionen a Israel y que se compense a Palestina con un territorio equivalente, que han cifrado en un 4,4% del total.
También apuntan a una solución ingeniosa para el delicado asunto del control de los sitios sagrados de la Ciudad Santa: que sean cinco países los que controlen los sitios sagrados. Ni banderas de Israel ni de Palestina en el Monte del Templo, en palabras de Olmert, porque ninguna parte lo aceptaría.
«La guerra debió terminar hace muchos meses»
Ehud Olmert fue primer ministro de Israel entre 2006 y 2009. Ganó con el partido centrista Kadima. Bajo su mandato se produjeron la Segunda Guerra del Líbano y la Operación Plomo Fundido, duros y sangrientos enfrentamientos con miles de muertos en Gaza y Líbano. Pero Olmert también se sentó a negociar la paz con la Autoridad Nacional Palestina en la Conferencia de Annapolis, sin éxito. Fue condenado por corrupción y tuvo que cumplir una condena de 19 meses en la cárcel.
Ahora, Olmert carga contra Benjamín Netanyahu, al que acusa de prolongar la guerra artificialmente.
La guerra debió pararse «hace ocho o diez meses», porque ya por entonces se consiguieron los objetivos militares principales de debilitar a Hamás. Seguir ha sido un error, dice, porque han continuado muriendo soldados y «no se ha conseguido liberar a los rehenes». Justifica la ofensiva inicial Israelí, porque no cree «que haya nadie en el mundo que esperara que Israel no respondiera ante la brutalidad y salvajismo de los horribles ataques de Hamás contra los israelíes». Pero ahora, dice, hay que «detener inmediatamente la guerra», «excarcelar a un gran número de presos palestinos» y retirarse de una Gaza que «nunca ha sido parte de Israel y es un territorio palestino».
Un nuevo Hamás
Naser Al Kidwa, jefe de la diplomacia palestina entre 2005 y 2006 y anteriormente embajador en la ONU, ha estado de acuerdo con casi todo lo expuesto por Olmert. No en vano, ambos han elaborado una hoja de ruta en reuniones a distancia, que han presentado a Estados Unidos y han difundido en artículos de prensa internacionales.
Al Kidwa ha sido muy duro tanto con la actual Autoridad Nacional Palestina, dirigida por el octogenario Mahmoud Abás desde hace casi 20 años, para él de forma «inepta», como con los islamistas de Hamás. Al nuevo primer ministro, Mohamed Mustafá, le ha calificado como «tipo simpático» que, sin embargo, no pasa de ser un «un empleado de Abás». Y Palestina necesita, afirma, un «maestro» que guíe al pueblo palestino en estos tiempos de zozobra y por la vía democrática. Al Kidwa es sobrino del carismático líder palestino, ya fallecido, Yaser Arafat.
«La guerra derivará en una nueva cúpula palestina y un nuevo Hamás», ha dicho. Al Kidwa aboga por un futuro democrático en el que tengan cabida las tres vías políticas: el nacionalismo palestino representado por Al Fatah, el islamismo de Hamás y el progresismo de distintos partidos que no ha mencionado. Propone que se celebren unas elecciones entre uno y dos años después del final de la ofensiva. Las últimas fueron en 2005. Entonces, Mahmud Abás del partido Fatah ganó las presidenciales y, en 2006, Hamás ganó las parlamentarias. Su victoria no fue reconocida por la comunidad internacional y se produjo un enfrentamiento civil entre ambos partidos palestinos.
Críticas a Netanyahu
Ambos han coincidido en que, mientras Netanyahu siga en el poder, no se avanzará hacia la paz. La guerra «terminará en algún momento», ha dicho el israelí, y entonces habrá que abordar la situación de fondo: «Imaginemos que logramos una victoria total y eliminamos a todos los miembros de Hamás. Que no queda ninguno. Luego, ¿qué hacemos? Aún quedan seis millones de palestinos, ¿qué vamos a hacer con ellos? ¿Ocupar para siempre sus territorios, negando su derecho a la autodeterminación, sus derechos políticos, libertad de expresión y movimiento? Si eso es lo que queremos, Israel se convertiría en algo absolutamente intolerable para la comunidad internacional».
«No necesitamos amarnos», ha añadido Al Kidwa, «pero al menos necesitamos aceptarnos y empezar a aprender a coexistir juntos. O nos aniquilamos o convivimos», ha concluido.
Olmert ha advertido contra la escalada a la que se enfrenta la región. «Si hay una guerra entre Israel e Irán, no será solo entre ellos dos, sino también entre Irán y Estados Unidos, da igual quién sea presidente. Se puede extender rápido, puede ser brutal y devastadora y agitará no solo Oriente Próximo», ha advertido el ex líder israelí.
Fuente EL PERIÓDICO
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