domingo, 12 de noviembre de 2023

«La Justicia en la Balanza: Entre el Derecho y la Dignidad Humana en la República Dominicana»

 

Por Luis Maisichell Dicent

(Este artículo de opinión y su contenido es de exclusiva responsabilidad del autor)

El proceso judicial en cualquier nación democrática se erige como el pilar fundamental para salvaguardar los derechos y libertades de cada uno de sus ciudadanos, independientemente de su condición socioeconómica. En la República Dominicana, el sistema de justicia está enfrentando un reto histórico en su búsqueda por mantener el equilibrio entre la imparcialidad necesaria y la preservación de la honra de las personas involucradas, especialmente durante las etapas investigativas de los procedimientos penales.

El presidente Luis Abinader se encuentra ante la encrucijada de fortalecer un sistema de justicia independiente, pero también humanamente justo. Una justicia que debe procurar no sólo el esclarecimiento de los hechos y la aplicación de la ley sino también el respeto incondicional a la integridad moral y la presunción de inocencia. En tiempos donde los escándalos y el sensacionalismo mediático a menudo preceden a la verdad, es imperativo reevaluar la forma en que se manejan las investigaciones y la información que de ellas se desprende.

Historias perturbadoras surgen tras los muros de las cárceles dominicanas, narrativas de vidas marcadas por la injusticia y el error judicial, donde acusaciones infundadas y expedientes manipulados no son desconocidos. Estas son voces que claman por un cambio en la administración de justicia, un cambio que vele por la verdad y por la reparación de aquellos que han sido víctimas de un sistema que a veces parece más interesado en castigar que en entender.

La independencia judicial no debe confundirse con la beligerancia. No es una licencia para iniciar conflictos que podrían extenderse por generaciones, sembrando semillas de resentimiento y deseos de venganza en el tejido social de la nación. Más bien, debería ser una manifestación del compromiso de la República Dominicana con la equidad, la protección y la rehabilitación.

En este sentido, un sistema fiscal que proteja al ciudadano se hace más necesario que nunca. Uno en el cual las acusaciones se basen únicamente en lo que puede ser probado más allá de toda duda razonable, y donde la filtración prejuiciosa de expedientes sea un fantasma del pasado. Las filtraciones no son sino manifestaciones de odios y de deseos oscuros que no tienen cabida en un sistema que se precie de ser justo y objetivo.

La justicia debe ser ciega, pero nunca indiferente al impacto que tiene sobre las vidas que toca. Una persona que es exonerada pero que luego enfrenta un mundo que no olvida ni perdona la sombra de la acusación, vive en una prisión sin muros. Es esencial que el sistema de justicia de la República Dominicana no sólo se enfoque en el veredicto, sino también en el después, en la reintegración de los exonerados a la sociedad.

Es urgente que reflexionemos sobre las consecuencias a largo plazo de una justicia que no cuida la dignidad de aquellos a los que se dirige. ¿Qué pensamientos cruzan la mente de un ciudadano marcado por la deshonra, un ciudadano que ve en el escepticismo de sus compatriotas un recordatorio perpetuo de un calvario que no debería haber sufrido?

La nación dominicana enfrenta un desafío que es a la vez legal y moral. El llamado al presidente Luis Abinader es claro: presidir un sistema que no solo distribuya justicia, sino que también disemine compasión y fomente la sanación. El perdón y la reconstrucción del tejido social deben caminar de la mano de un sistema que entienda que la verdadera justicia es aquella que eleva y no la que destruye.

El curso de la justicia dominicana debe ser uno de prudencia y humanidad, para que aquellos que han caído en desgracia bajo el peso de la ley puedan encontrar en su resolución un puente hacia el perdón y no un abismo hacia el resentimiento. Así, la justicia será no solo un mecanismo de ley, sino también un faro de esperanza.

A veces los imperios golpean y golpean a un pueblo y cuando menos piensa aniquila al ser amando de un jornalero cualquiera y compran sus infiernos. Recordemos que hizo que William Wallace bañara con la sangre de sus vasallos el suelo de escocia. Promovamos el amor y no el odio. «La Justicia en la Balanza: Entre el Derecho y la Dignidad Humana en la República Dominicana»

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