El recuento final de votos ha situado a Pezeshkian en primer lugar con 16.3 millones de votos frente a 13.5 millones de Jalili. Según el Ministerio del Interior de Irán 30 millones de personar emitieron su voto.
Podían votar más de 61 millones de iraníes mayores de 18 años, de los cuales unos 18 millones tenían entre 18 y 30 años. La votación debía terminar a las 18:00 horas, pero se prolongó hasta medianoche para aumentar la participación, aún así, votaron solo 30 millones de personas.
El candidato reformista Masoud Pezeshkian ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales iraníes, derrotando al candidato Saeed Jalili, que prometió acercarse a Occidente y suavizar la aplicación de la ley del velo obligatorio, tras años de sanciones y protestas que presionaron a la República Islámica.
En su campaña, Pezeshkian no prometió cambios radicales en la teocracia chií de Irán y considera desde hace tiempo que el Líder Supremo, el ayatolá Alí Jamenei, es el árbitro final de todos los asuntos de Estado del país. Pero incluso los modestos objetivos de Pezeshkian se verán amenazados por un Gobierno iraní todavía dominado mayoritariamente por la línea dura, la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza y los temores occidentales de que Teherán esté enriqueciendo uranio hasta niveles cercanos a la pureza para la producción de armas nucleares.
Los partidarios de Pezeshkian, cardiocirujano y legislador desde hace muchos años, se echaron a las calles de Teherán y otras ciudades antes del amanecer para celebrar su ventaja sobre Jalili, antiguo negociador nuclear.
«Querido pueblo de Irán, las elecciones han terminado y esto es sólo el principio de nuestra cooperación«, escribió Pezeshkian en la plataforma social X, que sigue prohibida en Irán.
«El difícil camino que nos espera no será fácil si no es con vuestra compañía, empatía y confianza. Os tiendo la mano y juro por mi honor que no os dejaré solos en este camino. No me dejéis solo».
La victoria de Pezeshkian representa, no obstante, un momento delicado para Irán, con las tensiones en Oriente Próximo debido a la guerra entre Israel y Hamás, el avance del programa nuclear iraní y las inminentes elecciones en Estados Unidos, que podrían poner en peligro cualquier posibilidad de distensión entre Teherán y Washington.
Esta victoria tampoco supuso una derrota para Jalili, lo que significa que tendrá que desenvolverse con cuidado en la política interna de Irán, ya que el médico nunca ha ocupado un puesto sensible de alto nivel en el ámbito de la seguridad, a diferencia de Jalili.
La primera vuelta de las elecciones del 28 de junio registró la participación más baja de la historia de la República Islámica desde la Revolución Islámica de 1979. Las autoridades iraníes llevan tiempo señalando la participación como un signo de apoyo a la teocracia chií del país, sometida a presión tras años de sanciones que han aplastado la economía iraní, manifestaciones masivas e intensa represión contra todos los disidentes.
Funcionarios del Gobierno, hasta el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, predijeron una mayor participación al iniciarse la votación y la televisión estatal emitió imágenes de modestas colas en algunos centros de votación de todo el país.
Según las autoridades, la participación en las elecciones del viernes fue del 49.6%, una cifra históricamente baja para unas elecciones presidenciales iraníes. Hubo 607 575 votos nulos, que suelen ser una señal de protesta de quienes se sienten obligados a votar pero rechazan a ambos candidatos.
Pezeshkian, que habla azerí, farsi y kurdo, ha hecho campaña para llegar a los diversos grupos étnicos de Irán. Es el primer presidente iraní procedente de la parte occidental de Irán en décadas, algo que la gente espera que ayude al país, ya que los occidentales se consideran más tolerantes debido a la diversidad étnica y religiosa de su región.
Elecciones en un momento de fuertes tensiones regionales
En abril, Irán lanzó su primer ataque directo contra Israel por la guerra de Gaza, mientras que las milicias que Teherán arma en la región -como la libanesa Hizbulá y los rebeldes hutíes de Yemen– participan en los combates y han intensificado recientemente sus ataques.
Irán también está supuestamente enriqueciendo uranio hasta niveles cercanos al armamento y mantiene una reserva lo suficientemente grande como para construir varias armas nucleares, si así lo desea. Y aunque Jamenei seguirá siendo quien tome las decisiones finales en asuntos de Estado, independientemente del hombre que finalmente gane la presidencia, la política exterior del país podría virar hacia la confrontación o la colaboración con Occidente.
La campaña también ha abordado en repetidas ocasiones qué ocurriría si el ex-presidente Donald Trump, que retiró unilateralmente a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán en 2018, ganara las elecciones de noviembre. Irán ha mantenido conversaciones indirectas con la Administración del presidente Joe Biden, aunque no ha habido ningún avance claro hacia el freno del programa nuclear de Teherán para el levantamiento de las sanciones económicas.
Aunque durante la campaña se identificó con los reformistas y los moderados relativos dentro de la teocracia iraní, Pezeshkian honró al mismo tiempo a la Guardia Revolucionaria paramilitar de Irán, vistiendo en una ocasión su uniforme en el Parlamento. Criticó repetidamente a Estados Unidos y elogió a la Guardia por derribar un dron estadounidense en 2019, afirmando que «dio a los estadounidenses un fuerte puñetazo en la boca y les demostró que nuestro país no se rendirá».
El fallecido presidente Ebrahim Raisi, que murió en un accidente de helicóptero en mayo, era visto como un protegido de Jamenei y un potencial sucesor como líder supremo. Sin embargo, muchos le conocían por su implicación en las ejecuciones masivas que Irán cometió en 1988 y por su papel en la sangrienta represión de la disidencia que siguió a las protestas por la muerte en 2022 de Mahsa Amini, una joven detenida por la policía por llevar, supuestamente, de forma incorrecta el velo obligatorio o hiyab.
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