Luego de varios años de ausencia en nuestro país (la
República Dominicana) tuvimos una estancia de tres semanas, que para mí
deberían pasar a la historia, tomando en cuenta todas las vicisitudes que se
pasa cuando uno ya no está acostumbrado a vivir en este país.
Si bien es cierto que se habla de progreso en cuanto a las
infraestructuras habitacional, también
no es menos cierto el deterioro moral y social en que se encuentra el país casi
en toda la esfera nacional.
Pasando revista a lo existencial en el marco estructural de
lo que ante fue llamada la ciudad capital (Santo Domingo de Guzmán) hoy
dividida en tres provincias y el distrito nacional, la parte de mayor
crecimiento lo ha sido Santo Domingo Este, que sin duda alguna exhibe un
crecimiento acelerado tanto en las infraestructuras, así como también
poblacional.
La construcción del metro ha sido un aliciente de desahogo
vehicular, sin embargo no suficiente, dado el crecimiento que ha experimentado esta
gran ciudad y que a pesar del gran flujo vehicular, no deja de ser un caos muy
absurdo para todos aquellos, que de una manera u otra ya no estamos
acostumbrado a vivir o a librar la dura batalla del día a día en República
Dominicana.
No obstante debe señalarse algo tan importante que no deja de
ser un problema de seguridad ciudadana, si no se organiza de manera eficaz el
medio de transporta y que garantice la circulación de manera ágil y asequible a
cualquier punto de la ciudad.
Se habla de progreso, pero no se menciona el precio y ahora
que está de moda la palabra ODEBRECT cabe señalar que gran parte de las obras
realizadas por los diversos gobiernos dominicanos llevan esa marca, que dicho
sea de paso no se puede dudar sobrevaluaciones, sin que esto tenga que ver con
una crítica partidista, sino con una realidad que se vive actualmente en la
República Dominicana.
El sistema vial construido en el país no llena las
expectativas de seguridad den tránsito vehicular, son obras dañinas ante los
ojos humanos, Santo Domingo que había sido una de la ciudades más hermosas del
área pasó a ser solo muros de cementos, manifestados a través de los llamados
elevados, que supuestamente regularían el problema existente, más sin embargo
solo resolvió el problema económico de la mayoría de los actores participantes.
Los sistemas de túneles en esta ciudad no están dotados de la
más mínima regla de seguridad, como se exige en los países desarrollados o
donde se respeta el derecho ciudadano y de circulación, ya que los mismos
carecen de sistemas de iluminación requerida, ventiladores y una válvula de
escape en caso de emergencia, lo que significa qué: no están aptos para la
circulación vehicular, convirtiéndose con ello en verdaderos tubos por donde
pasan aparatos rodantes a través de motores que los impulsan, es decir: son un
verdadero peligro público.
En la República Dominicana se invierten miles de millones de
dólares para mejorar las infraestructuras de la ciudad capital, sin embargo,
estos no son suficientes, porque no se hacen tomando en cuenta las medidas de
seguridad que favorezcan al ciudadano, para que puedan circular libremente por
las vías que fuesen necesarias.
Pero nadie se puede extrañar si en todas esas suntuosas infraestructuras
obraron las sobrevaluaciones, solo para sacar partida a beneficio de los
funcionarios intervinientes, sin importar la calidad del servicio como en el
caso sonado de la actualidad y la ODEBRECHT, donde actuaron manos criminales en
detrimento del Estado dominicano Y sobre todo de su propio pueblo, quien es EL que
paga a través de los impuestos.
La capital dominicana merece una reestructuración total, ya
que convertida en un punto neurálgico que va creciendo con el desarrollo del
país, sin embargo no así en cuanto a los bienes y servicios que desfavorecen
sobre todo al ciudadano común, que ve como cada día su presupuesto familiar se
va reduciendo al punto más mínimo, lo que se hace imposible cumplir con los
preceptos que demanda la sociedad nacional.
Toda la ciudad capital convertida en un caos, por el auge
vehicular, lo que hace que amerite mejor atención de los actores estatales que
tienen que ver con el reordenamiento general, la falta de organización, la
mafia existente y la burocracia que campa en todo lugar; hacen de Santo Domingo
una ciudad inhabitable, y así no puede crecer un país en desarrollo.
Por último, es lamentable que a nuestro regreso a la Madre
Patria no poder explicar con mejores detalles y de manera objetiva sobre la
situación del país, ya que al ser abordada por diversas personas aparecen las
preguntas que uno debe contestar, siendo así como pudimos percatar la neuralgia
capitalina dominicana.