JOHNNY SÁNCHEZ
A veces confundimos la noción de esperanza con la fuga o negación de la realidad, y la esperanza es, ante todo, esperanza en la justicia: Sin la búsqueda de la justicia la esperanza se convierte en una ilusión y la justicia sin la esperanza pierde toda capacidad de renovarse.
La esperanza no se decreta, tampoco se impone.
La esperanza nos motiva a buscar y a construir la justicia, esa justicia que, evidentemente, no es directamente equiparable a nuestro sistema jurídico, es decir, la justicia tiene su expresión en un código jurídico y en sus instituciones, pero es mucho más que su expresión legal, porque realmente su finalidad es proteger la diferencia sin inclinar la balanza y garantizar que esta exista con parabienes para todos y no solo para un grupito controlador.
Es por ello que sólo la esperanza crea justicia y en la injusticia se crece nuestra esperanza,
pues la esperanza se fortalece cuando acoge la espera del otro. La esperanza nos mueve a la participación y transformación de la realidad.
La construcción de un proyecto de nación, o eclesial implica una participación de todos que se inicia en el simple gesto de permitir y acoger la diferencia en la que el otro se muestra.
No hay justicia donde no se reconoce y se garantiza esa diferencia, y toda lucha por la justicia comienza en el simple reconocimiento y aceptación de lo diferente.
Este reconocimiento tiene que hacerse real en las relaciones cotidianas y en el fortalecimiento de espacios comunes con respeto a nuestras diferencias.
La esperanza más que un estado ilusorio se expresa en la dinámica de nuestra participación en la construcción de una realidad donde la justicia sea posible en todos los ámbitos de nuestra vida.
Recordemos las palabras de Benedicto XVI:
“Sólo una esperanza mayor, en Dios, nos libera del cansancio, o del fanatismo y transforma nuestra esperanza en búsqueda de la justicia”
La esperanza no es producto de un estado de ánimo o la proyección de nuestros buenos deseos.
Hemos de admitir que todos esperamos un cambio de la situación actual que vivimos; más allá de las tendencias políticas o religiosas, todos anhelamos una mejoría, pero la esperanza considerada únicamente como la posibilidad de un cambio o una acción repentina por parte de un liderazgo, o de un sistema político o religioso nos hunde más bien en una situación de desesperanza.
Mire. No se haga ilusiones, esto es un proceso de dar la batalla cultural a estos semi dioses líderes políticos dominicanos que solo venden esperanza y cuando no cumplen, buscan excusarse echándole culpa a otras causas y volvemos a creer en los cuentos de la esperanza y así desde el nacimiento de Jesús un diciembre, hace 21 siglos, nos están dorando la píldora y callados aguantamos hasta la muerte, esperando q. nuestros hijos luchen el tramo que nos faltó recorrer.
Los dominicanos vemos al presidente y sus ministros en el gobierno como la encarnación de un enorme Santa Claus o Papá Noel, que dispensa sus «obsequios» las «24 horas del día los 365 días del año». Se les llora, hacen sala, hasta se arrastran para que le tengan lastima y esperan que el jefe les de algo, porque están en mala.
Pero, cuando los recursos -que siempre son escasos como dice la primer ley económica fundamental- y se empiezan a mostrar signos de agotamiento (como sucede en la R.D.),
entonces se inician los malestares de ambos bandos, y principian los primeros conflictos que se prolongan en el tiempo, ya que ninguna de las dos partes en pugna modifica sus paradigmas,
sino que refuerzan sus reclamos: los gobernados piden «Den más, cumplan promesas, Señores gobierno de turno” y los gobernantes hacen lo propio con los gobernados, acepten medidas
sin protestas, en un mutuo y simultáneo «pase de facturas» y demandas cruzadas.
Yo espero la ley kármica del equilibrio, no apoyo la salida común usada en navidad de anestesiarnos con ron, o pastillas tipo Valium, esperando cambios.
Se que algo debe pasar. FELIZ NAVIDAD y año nuevo. johnsanchez44@hotmail.com
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