Los conceptos de este artículo son de la exclusiva responsabilidad de su autor
Por Becker Márquez Bautista
En la contienda política, el fanatismo se manifiesta como una pasión desenfrenada y sin escrúpulos que llevan a las personas a defender sus creencias políticas con una tenacidad absoluta y a menudo irracional e irrespetuosa. Más que defender a todo el colectivo o comunidad, más bien Implica una lealtad inquebrantable a una causa particular y personalista, a menudo acompañada de un menosprecio por las opiniones de quienes difieren, incluso si estas son más razonables que las de ellos.
El fanatismo se caracteriza por un deseo implacable de imponer las propias ideas y una visión del mundo extremadamente simplista y complaciente del ego de quien lo emplea, donde todo se reduce a blanco o negro, sin espacio para el matiz o la contradicción, el debate de las ideas. Como lo dijo Winston Churchill, “Un fanático es aquel que no solo se niega a cambiar de opinión, sino que también se resiste a cambiar de tema”.
Este tipo de mentalidad a menudo florece en sistemas políticos como el nuestro, en donde los que disienten de los fanáticos somos los malos , es más bien un, reflejo autoritario y dictatorial más que democrático, hay quienes piensan que por el simple hecho de discernir contra ellos es ser su enemigo y hay que hundir a esa persona sin piedad y sin razón, muchos piensan que estando en el poder hay que buscar la forma de cómo silenciar a cualquier tipo de disidencia y reflexión crítica. Y si está en la oposición se busca la fórmula de cómo difamar al disidente para que sus críticas no cause efecto o daño alguno en su conquista al poder.
En estos regímenes autoritarios partidistas, la imposición de ideas son creencias políticas dictatoriales y son consideradas común en las personas sin criterios y sin fundamento, y aquellos que se atreven a cuestionar; son castigados de una forma tan brutal, que los que eran aliados internamente son los principales verdugos de los críticos de las malas acciones partidarias.
En esta época de elecciones, el fanatismo político se hace evidente a través de líderes políticos, buscan más a los fanáticos en lugar de aliados sinceros. Confunden la lealtad con la sumisión y la convicción con la creencia absoluta. Esto puede distorsionar la democracia, ya que la objetividad y la madurez en la toma de decisiones son reemplazadas por la adhesión ciega a un líder verdadero.
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