Kissinger falleció a los 100 años de edad en su hogar en Connecticut, según la prensa de Estados Unidos. Su empresa de consultoría ha confirmado su muerte, aunque no ha dado más detalles sobre la causa de la muerte.
El legendario y controvertido diplomático Henry Kissinger se mantuvo activo hasta el final, a pesar de su avanzada edad. El pasado julio visitó China, ya cumplidos los 100 años, para reunirse con el mandatario del país, Xi Jinping, y funcionarios de alto rango.
Numerosas figuras del Partido Republicano han elogiado su trayectoria.
Como responsable de Exteriores durante la presidencia de Richard Nixon y Gerald Ford Kissinger encabezó la distensión con la Unión Soviética, la apertura a China y la diplomacia itinerante en Oriente Medio.
Favoreció el derrocamiento de Salvador Allende de la presidencia de Chile y el surgimiento de la dictadura de Augusto Pinochet.
Valedor del fin justifica los medios, desestimó los derechos humanos y apoyó campañas secretas de bombardeos en el sudeste asiático; represión en Indonesia, o la extensión de la guerra de Vietnam a Laos y Camboya al retardar las negociaciones de paz,
Resumió su acción en una frase:«Lo ilegal lo hacemos de inmediato, lo inconstitucional lleva algo más de tiempo».
Los reveladores “telcons” (más de 30 000 páginas de transcripciones diarias de las conversaciones telefónicas de Kissinger que grabó en secreto e hizo transcribir a sus secretarias) fueron tomados por Kissinger como “documentos personales” cuando dejó el cargo en 1977 y los utilizó, selectivamente, para escribir sus memorias.
El Archivo de Seguridad Nacional obligó al gobierno de Estados Unidos a recuperar estos registros oficiales preparando una demanda que argumentaba que tanto el Departamento de Estado como la Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA) habían permitido de manera inapropiada que documentación clasificada del gobierno de Estados Unidos fuera retirada de su control.
«La insistencia de Henry Kissinger en registrar prácticamente cada palabra que dijo, ya sea a los presidentes a los que sirvió (sin que supieran que estaban siendo intervenidos) o a los diplomáticos a los que engatusó, sigue siendo el regalo que se sigue dando a los historiadores diplomáticos», comentó Tom Blanton, Director del Archivo de Seguridad Nacional. “Los ayudantes de Kissinger comentaron más tarde que necesitaba realizar un seguimiento de qué mentira le dijo a quién. Kissinger intentó mantener esos documentos bajo su propio control, su escritura de donación a la Biblioteca del Congreso los habría mantenido cerrados dentro de cinco años, pero el Archivo emprendió acciones legales y forzó la apertura de los documentos secretos que muestran una imagen decididamente mixta. del legado de Kissinger y enormes costos catastróficos para los pueblos del Sudeste Asiático y América Latina”.
Para algunos considerado un intelectual brillante y un gran estadista, pero para otros denostado como un cínico arrogante e incluso un criminal de guerra: Henry Kissinger, el diplomático más famoso del siglo XX,.
El que fuera consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado de los presidentes estadounidenses Richard Nixon (1969-1974) y Gerald Ford (1974-1977) llevaba décadas alejado de la primera línea política, pero su larga sombra llega hasta hoy.
A pesar de haber soplado cien velas el pasado mayo, Kissinger seguía dando con sorprendente lucidez sus opiniones sobre el mundo actual, con temas tan dispares como la guerra de Ucrania o la inteligencia artificial.
Muchos lo seguían escuchando con gran atención por ser una autoridad en las relaciones internacionales, pero para otros lo que el centenario Kissinger buscaba era limpiar el cuestionado historial que dejó cuando fue uno de los hombres más poderosos del mundo.
Y es que durante la década de los 70, Kissinger diseñó una política exterior tan pragmática que no dejaba espacio para las consideraciones morales.
Un refugiado judío en Nueva York
Heinz Alfred Kissinger nació el 27 de mayo de 1923 en Fürth (Alemania) en el seno de una familia judía que llegó a Nueva York huyendo del nazismo cuando todavía era un adolescente. Se nacionalizó a los 20 años.
El joven Henry Kissinger era bilingüe, conocía bien su país natal y destacaba por su ingenio. Fue descubierto por el servicio secreto estadounidense, que le confió misiones en Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
De regreso a Estados Unidos, estudió en Harvard, donde se conviertió en profesor. Su experiencia en seguridad internacional le abrió las puertas de la política.
Richard Nixon ofreció a Kissinger su primer puesto clave: Asistente para la Seguridad Nacional en 1969, y luego Secretario de Estado en 1973.
En aquel momento, las relaciones entre Estados Unidos y China llevaban más de 20 años estancadas. Trabajando entre bastidores, Kissinger consiguió reanudar el diálogo.
En 1972 el presidente Nixon se reunió con Mao tse tung, fundador y líder de la República Popular China.
La imagen de Estados Unidos se vio seriamente empañada por la guerra de Vietnam, en la que el país se estancó.
Kissinger propuso a la administración Nixon un plan de 4 etapas para la retirada del conflicto.
Participó en las negociaciones que condujeron a la firma de un alto el fuego en París en 1973.
Su compromiso le valió el Premio Nobel de la Paz ese mismo año.
Destacado diplomático, Henry Kissinger se implicó personalmente en las negociaciones. Fue el responsable de lo que llegó a conocerse como la «política de lanzadera»: ir y venir entre las partes enfrentadas. Al igual que tras la guerra del Yom Kippur de 1973, realizó once viajes entre Israel, Siria y Egipto hasta que se llegó a un acuerdo.
Henry Kissinger siguió promoviendo la política de distensión. En plena Guerra Fría, esto condujo a un acercamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
La diplomacia de la Comunidad Económica Europea, precursora de la Unión Europea, le inspiraba poca simpatía. Veía una falta de política común en la escena internacional. En 1970 acuñó la frase «¿Qué teléfono marco si quiero hablar con Europa?»; que le haría famoso a nuestro lado del Atlántico.
Henry Kissinger abandonó la administración estadounidense en 1977, lo que no le impidió mantener su influencia en la diplomacia internacional.
En julio de 2023 fue recibido en China por el presidente Xi Jinping, en un momento de tensas relaciones con Estados Unidos.
Henry Kissinger, centenario, trabajó entre bastidores de la diplomacia hasta el final.
Con un fuerte acento alemán al hablar inglés, este graduado de Harvard siempre negó que su infancia traumática lo marcara de por vida, pero muchos de sus biógrafos discrepan.
El profesor de la Universidad de Texas Jeremi Suri, autor de ‘Henry Kissinger and the American Century’, dijo en una reciente entrevista que «al ser un refugiado judío siempre estuvo muy preocupado por el caos y quiso poner orden en el mundo».
Kissinger fue el arquitecto de la política de distensión hacia la Unión Soviética que cambió el rumbo de la Guerra Fría, el artífice de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos China y un personaje clave para frenar la proliferación nuclear.
Recibió el premio Nobel de la Paz junto a su homólogo vietnamita Le Duc Thuo por sus negociaciones secretas para acabar con la guerra de Vietnam, aunque a diferencia de Kissinger, el vietnamita devolvió el galardón porque su país siguió en conflicto tras los Acuerdos de París.
Un legado cuestionado
A Kissinger también se le recordará por su respaldo a dictaduras como las de Argentina entre 1976 y 1983 y los últimos años del régimen de Francisco Franco en España (terminado con la muerte del líder en 1975), su papel en la Operación Cóndor para reprimir a opositores latinoamericanos de izquierda o su apoyo al golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile en 1973.
«No podemos permitir que Chile se vaya a las alcantarillas», llegó a decir en 1970.
«A Kissinger no le molestaban las dictaduras. De hecho, le gustaban si estaban del lado de Estados Unidos y mantenían el comunismo fuera de América Latina», explicó recientemente Mario Del Pero, historiador de Sciences Po en París y autor de la biografía ‘The Eccentric Realist’.
Incluso un ‘best seller’ del periodista Christopher Hitchens lo acusó en 2001 de crímenes de guerra por sus actuaciones en Camboya, Timor Oriental o Chile; unas críticas impensables en los 70 cuando Kissinger era el hombre más popular del país.
Aparecía en aquel entonces en portadas caracterizado como Superman, salía con estrellas de Hollywood sin ser particularmente atractivo y eclipsaba al mismísimo presidente. «¿Qué pasaría si Kissinger se muriera? Que Richard Nixon se convertiría en presidente», se bromeaba en Washington.
Kissinger sobrevivió al escándalo del Watergate y, tras su paso por la política, se mantuvo omnipresente en editoriales, libros, charlas y entrevistas para ensanchar un mito con el que muchos se han querido fotografiar, desde Hillary Clinton a Donald Trump, pasando por Vladímir Putin o Xi Jinping.
Todavía activo
También ha sido frecuente ver sus opiniones en los medios sobre asuntos de actualidad como la guerra en Ucrania o los riesgos de la inteligencia artificial.
«Estados Unidos ha perdido a una de sus voces más confiables y características sobre los asuntos internacionales con el fallecimiento de Henry Kissinger», escribió en un mensaje el expresidente George W. Bush, acompañado de un retrato al óleo pintado por el propio exmandatario.
En el mensaje, Bush agradeció al legendario diplomático sus consejos y su amistad.
También alabó el legado de Kissinger el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, en un mensaje en X (antes Twitter) en el que se refirió al diplomático como «un hombre de Estado que dedicó su vida al servicio de Estados Unidos».
El senador Lindsey Graham, por su parte, destacó la «notable vida» que tuvo Kissinger, de origen judío y que huyó de la Alemania nazi junto a su familia cuando apenas era adolescente.
Otro senador republicano, Tim Scott, que hasta hace poco era precandidato republicano para las presidenciales de 2024, dijo en la misma red social que «hay pocos servidores públicos que hayan tenido un impacto tan consecuente en la política exterior estadounidense» como Kissinger.
Aparecía en aquel entonces en portadas caracterizado como Superman, salía con estrellas de Hollywood sin ser particularmente atractivo y eclipsaba al mismísimo presidente. «¿Qué pasaría si Kissinger se muriera? Que Richard Nixon se convertiría en presidente», se bromeaba en Washington.
Kissinger sobrevivió al escándalo del Watergate y, tras su paso por la política, se mantuvo omnipresente en editoriales, libros, charlas y entrevistas para ensanchar un mito con el que muchos se han querido fotografiar, desde Hillary Clinton a Donald Trump, pasando por Vladímir Putin o Xi Jinping.
El diplomático también invirtió mucho tiempo en refutar las duras críticas en su contra, algo que no toleraba. Siempre se dijo que tenía la «piel más fina» de la Administración.
Así lo demostró en una reciente entrevista con la cadena estadounidense CBS en la que, profundamente molesto, respondió que las acusaciones de criminal de guerra «son un reflejo de la ignorancia».
A pesar de su imagen terca, sus biógrafos aseguran que Kissinger, conocido por sus gafas de pasta, podía ser encantador en persona y que una buena forma de romper el hielo era hablarle de fútbol o de ópera.
Le sobreviven su mujer, Nancy Maginnes Kissinger, dos hijos de su primer matrimonio, y cinco nietos.
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