Dejar sueltos a convictos en una zona de guerra y, luego, devolverlos a la sociedad demuestra que el Estado tiene «poca consideración por la gente corriente», declaró un experto.
En octubre, Denis Stepanov fue acusado del asesinato de dos mujeres, tras incendiar una casa en Siberia.
Pocos días antes, otro hombre -identificado sólo como «Vladimir V»- fue acusado de asesinar a un niño de 4 años. Drogado y peleado con su mujer, los investigadores afirman que golpeó a la hija de esta, que murió más tarde a consecuencia de las heridas.
Lo que estos dos terribles casos tienen en común es que ambos sospechosos son ex luchadores de Wagner.
Sin embargo, esto es sólo la punta del iceberg.
Cada vez más, desde el fallido motín de junio, miles de hombres del grupo mercenario ruso han abandonado Ucrania y han vuelto a casa.
Incluso en el campo de batalla, fueron acusados de crímenes de guerra, como asesinatos, violaciones y robos a civiles ucranianos, así como de torturar y ejecutar a desertores.
Ahora, al parecer, algunos están trayendo problemas de vuelta con ellos.
Aunque no existen estadísticas oficiales, en los últimos meses se ha detenido o encarcelado en Rusia a varios antiugos soldados de Wagner por una serie de delitos, que van desde la extorsión a los intentos de asesinato.
Durante la invasión rusa de Ucrania, el difunto líder de los Wagner, Yevgeny Prigozhin, reclutó a decenas de miles de convictos para luchar en algunas de las batallas más sangrientas de la guerra. Se les prometió que más tarde serían indultados y se borrarían sus antecedentes penales a cambio de su servicio.
Se cree que muchos murieron, y los servicios de inteligencia británicos estimaron en junio que hasta 20 000 exreclusos murieron en sólo unos meses en la «picadora de carne» de Bajmut.
El presidente ruso, Vladimir Putin, declaró en septiembre que los presos rusos que murieron luchando en Ucrania se habían «redimido» a los ojos de la sociedad.
«Todo el mundo puede cometer algunos errores; ellos los cometieron una vez. Pero dieron su vida por la patria y se redimieron plenamente», declaró.
Antes de experimentar los horrores de la guerra, algunos miembros del ejército de convictos de Wagner eran probablemente individuos con problemas mentales. Si añadimos a la mezcla el riesgo de trauma, es una receta para el desastre.
Al relatar su experiencia de combate en Bajmut, donde dijo que se mataba a la gente como si fueran mosquitos, un exmercenario dijo que estaba seguro de que moriría y que siempre llevaba consigo una granada para suicidarse en caso de captura.
Los estudios han relacionado la exposición al combate y el trastorno de estrés postraumático con mayores índices de agresividad y comportamiento violento entre los veteranos, ya que pueden tener dificultades para adaptarse a la vida civil, aunque no siempre es así.
«El potencial de delincuencia entre los soldados que regresan es mayor porque la probabilidad de que estos veteranos reciban el apoyo psicológico adecuado parece extremadamente baja, dada la disfuncionalidad del Estado ruso», declaró Charlie Walker, sociólogo de Rusia y Eurasia en la Universidad de Southampton.
«El Estado ruso se preocupa realmente poco por el bienestar de los soldados que regresan o de la sociedad rusa en general».
Y este fenómeno no sólo afecta a Rusia.
A principios de este año, un hombre discapacitado, Soslan Valiyev, fue salvajemente asesinado por un mercenario Wagner que regresaba en Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, una región separatista de Georgia apoyada por Rusia.
Un inquietante vídeo compartido en Telegram muestra al hombre persiguiendo y pateando a Valiyev antes, al parecer, de apuñalarlo hasta su muerte.
En otro estremecedor caso que perturba la región del Cáucaso, un expolicía de Osetia del Norte reclutado por el grupo mercenario de una colonia penal, fue condenado a 16 años por asesinar brutalmente a su exesposa.
Las imágenes de las cámaras de seguridad muestran cómo la apuñaló más de 20 veces.
Al tiempo que condenaba enérgicamente a los autores de los crímenes, el sociólogo Walker afirmó que también era vital «imputar la responsabilidad penal al Gobierno ruso por liberar a criminales en una zona de guerra y luego devolverlos a la sociedad».
«Las autoridades han fomentado activamente tanto los crímenes de guerra como los crímenes civiles», añadió.
Antes de perecer en un accidente aéreo que, según analistas occidentales, fue orquestado por el Kremlin, Prigozhin defendió a sus soldados frente al escrutinio jurídico.
Afirmó en junio que la tasa de reincidencia de los excarcelados por un periodo similar sin contrato del Grupo Wagner era «80 veces» superior, alegando que los convictos empleados por su fuerza sólo habían cometido un total de 83 delitos hasta junio de 2023.
Encauzar a los criminales en una guerra salvaje como carne de cañón y, luego, liberarlos de nuevo en la sociedad refleja el desprecio del Kremlin por los «miembros ordinarios del público», argumenta Walker.
«Dice muy claramente que tienen poca consideración por las vidas de las personas que envían a la guerra, ya sean criminales convictos u hombres jóvenes corrientes, normalmente de las capas más pobres de la sociedad», declaró, «y tampoco les importa mucho el bienestar de la sociedad», prosigue.
«Lo único que le importa al régimen es su supervivencia», asevera.
Y continuó: «Rusia ya tiene suficientes problemas sociales como para crear aún más. El gran problema es que miles de personas van a volver mutiladas y psicológicamente marcadas de esta guerra. Vivirán en un país que tendrá que asumir lo que ha ocurrido».
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