EDITORIAL
En la República Dominicana da la sensación que tenemos la iglesia en mano de Lutero, situación preocupante ante los tiempos políticos que estamos viviendo actualmente.
El pueblo dominicano ya no sabe en quienes confiar, pues es muy habitual en las enumeradas elecciones votar por el candidato más popular, sin importar al partido que pertenezca, y mucho menos de cuál sea su status social, porque lo que importa es que tengan medios y que sean dadivosos.
Para cualquier dirigente obtener una candidatura, el primero que te estafa es tu propio partido, es por ello que para aspirar a una plaza congresual hay que ser millonario, cosa que por la historia social del país es casi imposible, de igual manera, primero te haces millonario (no importa de cual forma) y luego de haces político.
En los últimos años ya nos hemos acostumbrado a ver los grandes escándalos en el diverso quehacer político, y sobre todo en el Congreso Nacional.
Hay que mirarse en el espejo, sin dejar de contemplar la pura realidad existente, donde muchos aspirantes engañan a la población, además de ofrecer falsas promesas, también se escudan personajes pintorescos, lavadores de activos, narcotraficantes, y muchos estafadores, que venden a los votantes falsas imágenes para llegar a ocupar posiciones que garanticen inmunidad parlamentaria con la finalidad de continuar haciendo fechorías, y así poder evadir la justicia.
República Dominicana tiene un Congreso Nacional podrido, donde se anidan todos tipos de delincuentes, (ojos: también los hay muy serios y que piensan verdaderamente en el bienestar del país) lo cierto es que ya el país cuenta con diputados juzgado por la justicia de los Estados Unidos de Norteamérica, otros que están en la mirilla también por supuesto narcotráfico, además tenemos estafadores, expropiadores, y ahora también falsificadores de medicamentos.
La pregunta sería: a donde vamos a llegar como país, si los políticos están cambiando a plena luz del día oro por espejitos, y quien sabe que más le espera a este pobre pueblo dominicano, que solo vive en situaciones absurdas.
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