Exijamos un buen gobierno
Por: Samuel Luna
Hoy, recibí de un amigo de la infancia una nota que él escribió, la nota fue redactada al finalizar las elecciones presidenciales, siendo él miembro de una mesa electoral; dicha nota refleja esperanza, cansancio, coraje. Además, está cargada de un espíritu reformador y una acción contestataria. Su nota no consiste en una suma de símbolos cargados de tinta, es más que eso, es un grito que encarna el espíritu de la democracia y la dignidad del ser humano.
Si no plasmo el mensaje escrito de mi amigo produciría ambigüedades entre los lectores y los dejaría sin contexto; por tal razón, quiero transcribirlo tal como lo recibí, sin ninguna alteración:
“Hola a todos, culminando el proceso en la mesa donde trabajé exactamente 15 horas. A todos los de la generación que nos siguen: nuestros hijos y sobrinos, involúcrense en política, o en organizaciones de vigilancias, el país no puede seguir gobernado por el tigueraje, gente que sin trabajar cobre y no sienta que está robando, gente que cree que el decente es estúpido, gente que cree que los fondos públicos, que nos lo sacan de las costillas, son una herencia que recibieron. Si el PRM no tranca a estos ladrones en el primer año, yo estaré protestando todas las tardes en el monumento, aunque me maten, ya no se puede dejar que un gobierno que lo elige el pueblo, se vuelva tirano y aplaste y se burle de quien lo eligió. Animo, a exigir al PRM un buen gobierno, de lo contrario a protestar para también decirle se vaaaaaaaan’’. Aquí termina la nota de mi amigo Victor Eric Rodriguez, un párrafo cargado de patriotismo y sinceridad.
Esa nota muestra que el pueblo también se cansa, el pueblo se despierta, el pueblo también se siente burlado y traicionado; este sentir no sólo es por la experiencia con el PLD, los partidos que han estado en el poder son parte del desastre, solo podemos hablar de tonalidades, de malos y menos malos. Las palabras de mi amigo reflejan el detonante y el termómetro de una sociedad usurpada, pisoteada y ultrajada. Tenemos a un pueblo que no confía en los procesos políticos, porque una minoría usa el poder y el dinero para desviar las acciones que generan beneficios común, esa minoría no piensan que son finitos, sus deseos de poseer y dominar les crea una miopía existencial, no pueden ver el propósito real de gobernar.
El sentir de mi amigo no es de él, simplemente logró articular la colectividad, a la mayoría; algunos lo expresan usando el arte de la escritura, otros crean implosión y otros se convierten en enajenados por la situación económica y las limitantes generadas por esos malos administradores del país. Al mismo tiempo, el pueblo es responsable de sus actos, pero el pueblo no es algo singular, es una pluralidad de comportamientos asimétricos y difícil de unificar. Somos políticamente salvajes, hemos aceptado la falacia en forma de premisa de que la corrupción es parte de nuestra herencia y que no existe la forma de mermarla. Nos han hecho creer que somos un producto terminado y que no tenemos derecho a la transformación.
Debemos partir de una realidad histórica, la verdad de que ningún partido convencional ha podido crear una transformación en el Estado, la verdad de que los partidos convencionales son herramientas para perpetuar la corrupción, la verdad de que los partidos convencionales están más interesados en mantener el poder en vez de fomentar la equidad y la justicia. Por esas razones, alguien debe hacer cumplir dos de los Diez Mandamientos del libro antiguo pero relevante: No robarás y No codiciarás los bienes ajenos. Dije hacer cumplir. No es opcional. Necesitamos una persona con mano dura, que castigue a los que violan la ley, que tenga una visión de Estado y comprometido solo con su pueblo.
Debemos aceptar que nuestra cultura se ha desarrollado en un contexto de mentiras y traición, para romper ese paradigma se necesita una persona que surja de una ola social o un milagro social; mientras tanto, exijamos un buen gobierno.
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