La Constitución, nuestra Constitución no es un pedazo de papel como afirmara el Dr. Joaquín Balaguer, sino nuestra Carta Magna, a la que debemos querer y respetar por ser el documento que rige y conduce al país hacia un Estamento cimentado en base a la democracia, donde se respetan las ideas, religión y el derecho de cada ciudadano.
Nuestra Constitución fue constituida en el año 1844, desde el nacimiento de la nueva república, desde entonces ha sufrido 39 modificaciones, algunas de ellas necesarias, pero en su mayoría solo han sido violaciones para acomodar las pretensiones de los políticos de turno.
La Carta Magna de nuestro país solo ha recibido violaciones para ponerla a parir monstruos, lo hizo el régimen de Trujillo para acomodar las leyes y ponerla a su merced, la más lógica lo fue la del año 1963 luego de la muerte del tirano, ésta fue la que realmente tuvo un gran sentido, ya que en la misma se plasmaron el derecho a la libre expresión del pensamiento, siendo este el más importante de los acomodamientos porque con ello se consolidaba la democracia en el país, derecho a tener un techo propio, entre otras prerrogativas favorable al pueblo, que vienen siendo derechos inalienables.
Luego fue violada constantemente por el régimen del Dr. Balaguer, no solo con reformas, sino haciendo mal uso de cada uno de sus artículos, sin que nadie pudiera evitarlo, ya que el entonces presidente de la república la consideraba tan solo como un pedazo de papel.
La última reforma constitucional se dio con miras hacia las elecciones presidenciales del 2016, solo con la mera intención de restablecer el derecho al entonces presidente de turno para que pudiese presentarse como candidato nuevamente a la presidencia, y así se hizo.
Pero República Dominicana no ha superado ese trauma, y ahora viene sufriendo una situación de sobresalto que pone a dicha Constitución contra una pared, ya que el país pasa por la difícil situación de que cada 4 años la Carta Magna puede ser violada, no para favorecer al presidente de turno, ni para consolidar aún más el sistema democrático, sino para complacer a la clase política dominante que rodea a los mandatarios de turnos, porque teme perder su posición, si el presidente venidero en cada proceso fuese otro diferente al que sea de turno, la que finalmente termina convenciéndolo, pero nuestra Constitución no es simplemente un pedazo de papel, aunque sí ha sido considerada.
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