Neo Carmona*
Al margen del grotesco populismo que en las campañas electorales alcanza su máxima expresión, lo cierto es que la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) necesita urgentemente ser reflexionada de cara a una sociedad que no puede, bajo ningún concepto, ni permitirse perder este patrimonio del pueblo dominicano que es nuestra universidad pero, mucho menos, seguirla financiando sin que esta haga los correctivos de lugar que le permitan, además de ser la universidad más antigua del continente americano, ser la primera en calidad, en servicios y excelencia; ser la primera en aportes al desarrollo nacional; aportes que deben ser más que graduar a los y las bachilleres que recibimos de los colegios y liceos públicos y que en la gran mayoría de los casos no logran insertarse en el mercado laboral correspondiente a su campo de estudios.
El debate debe ser sincero y, como he plateado antes, debe no sólo estar acompañado de un mea culpa de cada uno y una de los y las que integramos la familia universitaria y que en menor o mayor grado hemos contribuido al descalabro institucional de la UASD y de su imagen publica si no, y sobre todo, de la disposición de cada sector de renunciar a los groseros privilegios de los que hemos venidos disfrutando en detrimento de la credibilidad y confianza depositada en nuestra institución por el pueblo dominicano que con su sacrificio nos sustenta.
Cuando en el próximo mes de junio los y las universitarios y universitarias nos veremos en la obligación estatutaria de elegir a las nuevas autoridades que han de dirigir los destinos de la UASD durante los próximos cuatros años (2018-2022), estando en juego el futuro de la academia; en este año 2018 que recién inauguramos se hace necesariamente más que imprescindible que nos aboquemos al debate, a la reflexión sincera y con ello a la firme determinación de hacer una profilaxis interna de toda la praxis académica, admirativa y gerencial de nuestra institución.
Estamos en la obligación moral de preservar esta academia para las futuras generaciones y esto será posible solo en base a la conciencia social colectiva de profesores y profesoras, estudiantes, empleados y empleadas que en conjunto con las autoridades, el gobierno y el acompañamiento de la sociedad, luchemos hombro a hombro para superar las debilidades que venimos, si muy cierto que heredando de décadas de irresponsabilidad gubernamental, pero también profundizando con nuestra irresponsabilidad para administrarnos y nuestra vocación para pensar solo en nuestros beneficios particulares y apetencias políticas y grupales.
Las simpatías políticas son legitimas pero deben estar orientadas a elegir a las personas idóneas para llevar a cabo las transformaciones profundas que requiere la UASD. De lo contrario estaremos enterrando de manera definitiva el futuro de esta academia y de los y las que solo cuentan con nosotros para superarse académicamente y contribuir a la movilidad social de sus familias y al desarrollo del país y, lo que resulta aun peor, llenando las arcas de aquellos y aquellas para quienes la educación es un negocio muy lucrativo y no un derecho fundamental de los y las dominicanos y dominicanas.
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