En la República Dominicana actualmente se discute con gran
atención sobre la escogencia del nuevo incumbente a dirigir la Junta Central
Electoral (JCE) y para ello se han presentado una gamma de aspirantes de diversas
ideologías y sectores de la sociedad civil, que responden a numerosas
tendencias políticas nacionales, y otros que dicen ser independientes.
La democracia en el país no debe perecer, es por ello que en
la JCE se debe mantener la mayor transparencia posible para así no dar sospecha
tendenciosa, pero dicifícilmente se logre esto, debido a la lucha política de
todos los partidos existentes por el control del organismo electoral, quienes
de no poder influenciar en ella, al menos esperan la neutralidad en cada
accionar de dicha institución.
Pero esto se hace imposible de lograr, ya que siempre se
impone la mayoría política porque los partidos gobernantes entienden tener
derecho suficiente para aplastar a todo tipo de minoría y la supremacía para
mantenerse en el poder gubernamental, y es que la Junta Central Electoral ha
sido y siempre será sospechosa de favorecer a determinados sectores políticos
porque de hecho es hacedora de los gobernantes, porque en muchas ocasiones ha usurpado
la voluntad popular.
Difícilmente pueda pasar un aspirante que se encuentre en la
posición neutra, a menos que no sea escogido por la sociedad civil y los grupos
religiosos independientes, los organismos escogientes en esta ocasión tienen la
oportunidad de devolver la confianza perdida en la institución electoral al
pueblo dominicano, si actúan democráticamente y de una manera diáfana como
debería ser en cada país del mundo, pero dicha decisión se encuentra en mano de
un puñado de hombres y mujeres de tendencia política conocida.
Se han hecho un sin número de consultas a través del senado
de la república con la finalidad de determinar quiénes de los aspirantes a
dirigir la JCE posee las condiciones requeridas para optar por el cargo, sin
embargo han sido muchas las críticas debido a que dichas consultas no conllevan
más de unos 15 minutos por candidato, tiempo que se hace imposible valorar y
determinar el estado de situación de cada uno de ellos, su capacidad, meritos,
condición emocional y vocación por el cargo.
Pero las criticas no solo han sido por el poco espacio de
tiempo dedicado a las consultas de los posibles presidentes del organismo
electoral, sino también porque de hecho el senado de la república responde en
mayoría absoluta al partido gobernante, razón por la cual muchos sectores temen
su inclinación a elegir a un presidente que también responda al partido de
gobierno, cuando el mismo debe ser independiente y neutral, solo apegado a los
reglamentos electorales por los cuales se rige dicha institución.
Son muchos los nombres que se han barajados como posibles ocupantes
de la plaza dejada en libertad por el Dr. Roberto Rosario Márquez, entre los
que podemos señalar al Dr. Subero Issa, el Dr. Antoliano Peralta Romero, así
como también los honorables señores: Nelson Rudys Castillo Ogando, John
Guiliani Valenzuela, Ramón Jáquez Liranzo y José Manuel Hernández Peguero, este
último actual juez del Tribunal Superior Electoral (TSE) y el propio Roberto
Rosario Márquez, entre otros.
Es una situación difícil para el organismo electoral dominicano,
dada la lucha de intereses existente actualmente en el país, porque muchos
entienden que el partido que tiene el favor del presidente de la JCE, posee la
mayor posibilidad de escalar para ocupar la silla de alfileres en el Palacio Nacional,
en cualquier contienda a celebrarse para tales fines.
Todas las escogencias de importancia en República Dominicana tienen
sus dificultades, tal fue el caso del arzobispo de Santo Domingo, cuando surgió
la vacante dejada por monseñor Nicolás de Jesús López Rodríguez, pero gracias a
que el mismo no era de competencia de ningún organismo dominicano, fue así como
el Vaticano en la persona del Papa Francisco, decidió escoger a quien supuso es
el mejor, siendo así como se escogió a Monseñor Francisco Ozoria Acosta, a así
lo hizo, sin dolor ni espera y sin la participación de voces interventoras de
ninguna tendencia.
Pero la Junta Central Electoral, por sus complicaciones
merece tener como presidente una persona de la categoría del Arzobispo Ozoria
Acosta, independiente, serio, decidido, y sobre todo querido entre los
católicos y todo el pueblo dominicano.
La JCE necesita una persona ecuánime, sensata y, que sepa
administrar los miles de millones que se le asignan del presupuesto nacional, con
equidad, respeto a las instituciones y sin discriminación a las organizaciones
políticas por más pequeñas que sean, que sepa defender la soberanía nacional y
que no ponga en peligro las relaciones bilaterales con ningún país del mundo,
aunque este sienta diferencia personales.
El Dr. Roberto Rosario, por su parte pretende continuar
dirigiendo la institución, pero no goza de la simpatía y confianza de los
partidos políticos opositores, ni tampoco de la sociedad civil, razón por el
cual debe apartarse para darle oportunidad a una escogencia diáfana y
democrática para que no perturbe los procesos eleccionarios subsiguientes.
De igual manera sería conveniente una elección de los demás miembros
de la JCE y los jueces del Tribunal Superior Electoral alejados de la
influencia partidista y así evitar la desmoralización, no sólo de las
organizaciones políticas, sino también de todo el pueblo en general, que ya no
confía en ningunos de estos organismos.
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