Por Alberto Quezada
(Este artículo de opinión y su contenido es de exclusiva responsabilidad del autor)
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) jamás pensó que en sus 49 años de existencia como entidad política podría estar pasando los disgustos y sinsabores que hasta el momento se están mirando.
Ese colectivo político desde aquel 19 de octubre del año 2019 en que la República Dominicana conociera de la renuncia irrevocable del ex presidente Leonel Fernández de sus filas todo ha sido vicisitudes.
Luego de ese día, todo ha sido una debacle, pérdida de dos elecciones seguidas (municipales, congresuales y presidenciales) y renuncias masivas de dirigentes importantes y con esto el desplazamiento del poder.
Pensándolo o no ese liderazgo fundamental que condujera a la cima del éxito al partido de la estrella amarilla que fundara el profesor Juan Bosch el 15 diciembre del 1973, con cinco triunfos electorales, dígase Leonel Fernández y Danilo Medina han puesto al PLD en una situación difícil ante la historia.
Esa institución política en la actual coyuntura por más esfuerzos que ha hecho desde entonces, hasta la fecha no ha podido librarse del ataque constante y la zozobra de vivir o morir.
Es muy delicada la situación de ese gran partido, de ese espacio que sirve a miles de dominicanos para adoctrinarse, debatir ideas, planes, proyectos y sostener la democracia que concibiera el más grande pensador político dominicano y de América el profesor Juan Bosch.
La existencia y gravitación en el escenario político del Partido de la Liberación Dominicana está seriamente amenazada por dos aspectos fundamentales que pudieran debilitarlo y hasta convertirlo en partido minoritario de no replantearse una nueva estrategia de rescate.
La primera amenaza a nuestro modo de ver es el surgimiento de dos nuevas fuerzas políticas, la Fuerza del Pueblo del doctor Fernández y Justicia Social de Julio César Valentín.
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