EDITORIAL
En momento que el país atraviesa por una situación de dificultad sanitaria, con motivo de la pandemia del coronavirus, se debe tener cuidado, con las acciones que emprenden las autoridades en todos los ámbitos del quehacer nacional.
Sin embargo, para nadie es un secreto sobre el pugilato existente entre el gobierno y la oposición, o mejor dicho entre algunos partidos opositores que perdieron el escenario político de primera línea, y que apuestan a una gestión fracasada gubernamental, para ellos poder sacar ventajas políticas, creyendo que con ello, volverán al poder estatal en las próximas contiendas electorales.
Una de esas porfías, se trata del capítulo educativo, donde el Ministerio de Educación, decide enviar al estudiantado a clases presenciales, cosa esta que ya las están haciendo la mayor parte de los países, tomando en cuenta la importancia del aprendizaje, luego de dos años de pandemia a nivel mundial.
Las clases virtuales, fueron solo alternativas provisionales, pero no salidas satisfactorias por el bienestar de los países, que en cierto sentido, van en detrimento del estudiantado.
En este país (República Dominicana), donde la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), que dirige el profesor Hidalgo, se opone a las clases presenciales, pero era de esperarse, ya que con esa actitud les están pisando el talón de Aquiles a la educación del país y al gobierno constitucional, que presidente el Lic. Luís Abinader.
Esa actitud de la ADP, era de esperarse, ya que con la misma hacen oposición al gobierno, y al mismo tiempo con la negativa de presentarse a impartir la docencia, se podría interpretar que estos se convierten en ladrones del Estado, aunque no lo sean, al pretender cobrar sus salarios, sin prestar el servicio para el cual fueron contratados.
Es cierto, que el peligro de la pandemia no ha pasado todavía, pero ambas partes, deben actuar con sensatez y, convocar una reunión entre el Ministro de de Educación Roberto Fulcar, y el profesor Hidalgo de la ADP, para tratar de limar las asperezas ,y buscar una salida salomónica, a fin de resolver el conflicto sin que ningunas de las partes salgan perjudicadas, porque en definitiva, son los estudiantes quienes pagan los platos rotos.
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