Por Daygorod Fabián Sánchez
Finalizando este año 2020 y fruto de una amplia lectura sobre el tema en cuestión, entiendo adecuado culminar con una explicación que, aunque el espacio no sea suficiente, resume para los lectores el sentido del título.
Es consabido que el discurso de la izquierda se fue agotando con el transcurrir del tiempo. Se agotó en razón de que las causas que dieron origen al mismo fueron despareciendo en función de su cumplimiento.
Por ejemplo, la mujer adquirió derecho al voto, al trabajo y a su crecimiento como ente social, por lo que dejó de subsumirse a las labores del hogar. También los trabajadores logaron que se les reconocieran sus derechos en todo el sentido de la palabra, dentro del ámbito formal.
Al suceder esto la izquierda se quedó sin cautivos para poder sostener su lucha de clases (los de abajo contra los de arriba).
Frente a esa situación la izquierda se vio obligada a renovarse, pues la idea central de obtener el reconocimiento de derechos que hoy ya están hasta consagrados en las cartas magnas de la mayoría de las naciones, no funcionaría.
Pero ese proceso, la izquierda, lo supo efectuar a través de la ejecución de la paciencia.
Me refiero al aspecto cultural de la misma. La derecha se dejó llevar por la ideología de la economía, sosteniendo una tesis errada: como todo anda bien o más o menos bien, no hay que hacer nada.
Ese pensamiento perdura hasta nuestros días y es en ese escenario donde la derecha pierde la batalla cultural frente a la izquierda. Esta ideología dejó las calles y las protestas y asumió la enseñanza de las generaciones.
Con una estrategia bien articulada se apoderó de la enseñanza en las escuelas, universidades, clubes, luego radio y televisión y recientemente un buen ejercito en las redes sociales.
Esto les ha permitido moldear el pensamiento social, a través de las décadas, haciendo casi imposible que la derecha pueda enfrentar el nuevo pensamiento de la nueva camada de ciudadanos, que fueron educados por esta nueva izquierda.
Prueba de ello es que, si se plantea, por ejemplo, una idea en contra del aborto, automáticamente se califica a quien pregone esa idea de ultraderechista, de arcaico, atrasado y desfasado, cuando en verdad la ciencia ha demostrado que no se trata del cuerpo de la mujer sino de otro cuerpo sobre el que se quiere decidir, sin darle si quiera la oportunidad de defenderse.
Claro, debo reconocer que algunos gobiernos de izquierda han traído prosperidad y bienestar para sus pueblos, como por ejemplo la Revolución Ciudadana de Rafael Correa en Ecuador. Sería mezquino no registrar que hay un Ecuador de antes y después de Correa.
En fin, si la derecha no asume su espacio de participación y no retoma el nicho cultural, será difícil enfrentar este nuevo auge de la izquierda en América y el mundo.
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