La tragedia de Haití
Vladimir Acosta
Haití es un país desafortunado. No es solo el fracaso reiterado de las luchas de su pueblo, su pobreza creciente, su miseria y crisis sucesivas. Ni siquiera son sólo las agresiones y saqueos colonialistas e imperiales que ha sufrido a lo largo del pasado siglo XX y lo que va de este. Es que en ese terrible cuadro de desprecio y humillaciones que moldea hoy el pantano de su vida cotidiana es difícil vislumbrar indicios de que se esté abriendo algún camino que le permita salir de ese pantano, aunque fuese a largo plazo y a elevado costo.
El brutal asesinato del presidente Jovenel Moïse es claro ejemplo de ello. Moïse era un presidente conflictivo. ¿Cómo no serlo en Haití o en cualquier lugar cuando se quiere cambiar algo? La derecha rica, reaccionaria y entreguista lo acusaba de dictador mientras buena parte del pueblo más pobre lo apoyaba. Se organiza un complot internacional para matarlo. Lo mata una banda de sicarios formada por militares colombianos y por haitianos con pasaportes yankees. El contratista de los colombianos es un empresario venezolano radicado en Miami. Es decir, que Estados Unidos anda metido hasta el cuello en el asunto. Y ante el cuadro que se crea, Haití le pide que invada el país para garantizarle seguridad. ¿Cómo no hablar de pantano sin salida?
No diré más de Moïse. Prefiero recordar aquí como otras veces el heroísmo del pueblo haitiano y varios logros suyos antes de que el entreguismo de su clase rica y las intervenciones yankees, lo hundieran en el foso en el que hoy vive.
UNO. Deberíamos salir del error histórico y político de decir que la resistencia indígena comenzó el 12 de octubre de 1492. Ese día, gran fecha de gloria del Imperio colonial español, nada tiene que ver con resistencia indígena.
Los ingenuos indígenas de Guanahaní, que los españoles llamaron indios, festejaron su llegada, ofreciéndoles agua y frutas mientras ellos miraban con atención las narigueras de oro que usaban algunos y se las cambiaban por bolitas de vidrios de colores, auténticas peloticas para adivinar.
Esa ingenuidad se mantuvo a todo lo largo del viaje de Colón. La Santa María encalló en La Española. Se sacó todo con ayuda india y Colón dijo que no se había perdido ni un alfiler. Como no podía volver a España en dos barcos con toda su tripulación, construyó un fuerte, que llamó de Navidad, con restos de la Santa María, y dejó en la isla a 39 marinos. Ido Colón, estos se dedicaron a atropellar a los indígenas, a robarles su oro y violar a sus mujeres.
Un cacique de la parte de La Española que hoy es Haití, llamado Caonabó, se alzó con su tribu, asaltó el fuerte, lo quemó y mató a todos los españoles. Ese sí fue el comienzo de la resistencia indígena, en enero de 1493.
Caonabó pagó luego su triunfo con la vida, y nadie quiere recordarlo para poder seguir celebrando la gloria española y la ingenuidad indígena como día de la resistencia indígena.
DOS.
Los españoles masacran a los indios y los reemplazan por esclavos negros. Haití pasa a poder de Francia. A fines del siglo XVIII, negros y mulatos haitianos aprovechan la Revolución francesa y se rebelan. Luchan contra los tres imperios coloniales: español, británico y francés, y sus héroes negros y mulatos, Toussaint Louverture, Christophe y Dessalines, los vencen. Y el 1 de enero de 1804 Haití, libre, proclama su independencia, la primera de nuestro continente luego de Estados Unidos. Otra hazaña inmortal. Es la única revolución de esclavos, además negros, que haya triunfado.
TRES.
En 1806, Miranda, que busca apoyo para su expedición libertadora de Venezuela, recala en Jacmel, puerto del sur de Haití, y allí recibe todo el apoyo de los haitianos, que le facilitan recursos y un barco, mientras manos amorosas de negras y mulatas haitianas cosen nuestra bandera tricolor. La única, la que Miranda planta en Coro al pisar tierra venezolana.
CUATRO.
En 1816 los patriotas neogranadinos y venezolanos que huyen de Cartagena se reúnen en Haití. El presidente Pétion organiza una expedición para liberar a Venezuela. La mayoría se opone a que el líder sea Bolívar, al que asocian a la derrota de ambas repúblicas. Pétion lo impone. La expedición, primera de Los Cayos, empieza bien. Bolívar decreta la libertad de los esclavos. Pero en Ocumare una falsa noticia y un sorpresivo ataque español derrotan a los patriotas.
Bolívar llega cuando todo está perdido. Soublette dirá luego que la culpa de su tardanza la tuvo Cupido. De vuelta a Haití, Pétion insiste en el liderazgo de Bolívar y esta vez la expedición, segunda de Los Cayos, es exitosa. El liderazgo de Bolívar se afirma y la lucha de independencia cobra nuevos bríos.
CINCO.
1826. Se convoca el Congreso de Panamá. El racismo de Santander deja fuera a Haití por negro y africano y Bolívar, pese a su deuda con Haití, debió aceptarlo.
Desde entonces Haití desaparece de esta América latina. No se lo nombra más, como si no existiera. Haití sigue su lucha. Después de Pétion, Boyer unifica La Española, pero luego empiezan la crisis y la decadencia. Monarcas, golpes de estado, dictaduras, revueltas populares, mientras Francia lo asfixia para cobrarle por su independencia una montaña de oro.
La situación haitiana empeora al comenzar el siglo XX mientras Estados Unidos, recién declarado potencia imperialista, completa su conquista colonial del Caribe.
El presidente Wilson, santurrón hipócrita, racista, seguidor del KKK, decide, por su situación estratégica, apoderarse de Haití, que vive una horrenda crisis. En 1915 los marines toman Puerto Príncipe, van directo al Banco Nacional, vuelan la bóveda con dinamita, sacan los lingotes de oro del país y se los llevan a Estados Unidos. En 1916, con otra invasión y logrado el apoyo servil de la clase dominante haitiana, se apoderan de Haití y lo convierten en protectorado. Así empieza a cobrar forma la interminable crisis haitiana.
SEIS.
Pero hay resistencia. En Haití existe un movimiento patriota y campesino que cuenta con gran apoyo entre el pueblo: son los cacos. Su líder es un político mulato llamado Charlemagne Péralte, que desde 1916 encabeza una guerrilla antiimperialista, que tiene en jaque por casi tres años a las tropas invasoras. Nadie lo reconoce, pero esa es la primera guerrilla antiimperialista de nuestro continente.
Sandino vino después. En una traidora emboscada, los yankees matan a Péralte en 1919 y para convencer al pueblo de que lo han matado, fijan el cadáver a una puerta con los brazos abiertos, le toman fotos y hacen afiches que colocan en los campos. Los rebeldes comparan a Charlemagne Péralte con Jesucristo.
Poco a poco Haití se va sometiendo. 18 años de ocupación, a la que siguen dictaduras corruptas y asesinas y rebeliones que fracasan. Así llegamos al Haití actual y a su miseria.
Los yankees mantienen su poder. Nuestros países miran para otro lado. Y los que hacen algo, Brasil, Uruguay, Bolivia y Argentina, mandan tropas de ocupación que se integran a los cascos azules de la ONU, cuya tarea es atropellar al pueblo haitiano y violar a sus mujeres y sus niñas.
Pero hay una excepción. Y es Venezuela, la Venezuela gobernada entonces por Hugo Chávez. Seguidor de Bolívar, Chávez quiere pagar su deuda con el olvidado pueblo hermano. Y lo hace con generosidad. Le brinda todo su apoyo económico, político y humano. Y el pueblo haitiano le retribuye convirtiéndolo en su héroe. Pero no fue sólo Chávez, porque Maduro ha continuado esa política fraternal y solidaria.
Solo que la profunda crisis actual de Venezuela, amenazada y bloqueada por Estados Unidos, reduce el peso de esa ayuda, que se limita a declarar solidaridad.
En fin, dejo aquí estos hechos en solidaridad con el heroico pueblo hermano de Haití, aun a sabiendas de que, como antes, también se irán volando pronto, llevados por el viento.
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