EDITORIAL
No nos hemos de extrañar de cualquier desacertada declaración que haga cualquier pelafustán, lesionando a la clase desposeída, por el simple hecho y por la creencia que solo la clase que lleva puesta saco y corbata es la única que debe y puede regir en cualquier situación: craso error.
El ser pobre, esto no significa que se sea ladrón o corrupto, sin embargo para muchos, esto se convierte en estar bajo la mirilla de determinados sectores, pues en la República Dominicana existe un adagio que reza de la siguiente manera: el mal comido no piensa, y si lo hace piensa mal.
Es obvio que donde se rige basado a un sistema democrático, siempre las ideologías deberán ser respetadas, sin embargo no siempre se tiene la razón, y con esto se debe tener un gran cuidado para no caer o surcar en territorio prohibido.
Es penoso escuchar a un ex legislador decir que poner a un pobre administrar cualquier institución, eso como poner a un gato a cuidar la carne, esto no es habitual que una persona que se pasó años en una institución donde se hace las leyes como lo es el Congreso Nacional, aunque claramente se sabe que los días que estas se hacían, él nunca estuvo presente, de ahí sus pocos conocimientos sobre los asuntos tratados.
Hemos visto personas de condiciones muy humildes portando una ética como un templo moral, pero no todos son iguales.
En la República dominicana ya se ha hecho una cultura, sobre todos en el aspecto político de que van al Estado no a servir, sino a servirse, de ahí que muchos de ellos al concluir con sus funciones van a parar a los tribunales para responder por hechos dolosos o enriquecimiento ilícito, pero quizás en algo este gran ciudadano tenga la razón, ya que de acuerdo a la lógica que dice: cada ladrón juzga por su condición.
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