Por Miguel Espaillat Grullón New York, NY 8/11/2018
1- Nadie en su sano juicio puede creer que un país puede recibir de golpe y porrazo una muchedumbre de más de 20 mil personas, y más cuando el país receptor ya tiene serias dificultades para satisfacer las necesidades de vivienda, salud y trabajo de sus propios ciudadanos. Pero he aquí el gran dilema, tampoco ese país puede hacerse el chivo loco, ante esa emigración masiva si es el culpable de la misma. Para mejor comprensión de lo que quiero expresar, a seguidas, siguiendo la metodología de didáctica de Jesús, me valgo de una parábola: Si usted, por manejar de manera imprudente o embriagado o por cualquier otro motivo, su vehículo se ha abalanzado contra mí y me ha roto, par de costillas, un brazo y una pierda, entonces, usted no puede desligarse de mi desgracia, e irse para su casa tranquilamente como si nada hubiese pasado. En este caso, usted tiene la obligación moral y penal de reparar los daños que me ha infligido, sin que pueda evadir su responsabilidad, pretextando cualquier argumento para evitar la reparación por daños y perjuicios causados.
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