En la búsqueda razonable a la salida a estos
conflictos, nuestra casa, República Dominicana, ha querido, en las intenciones
de las autoridades, se ha ofrecido a ser sede del diálogo de las partes, el
chavismo y la oposición. Algo que saludamos, ya que es propio de los
dominicanos, además de ser serviciales y hospitalarios, ser solidarios.
Luego de varios intentos en otros escenarios
internacionales, como la OEA, ONU, o la intercesión de El Vaticano, Venezuela,
en la piel de sus autoridades y opositores, ha encontrado en nuestro país un
espacio para desactivar, si se quiere así, la bomba de tiempo que podría
terminar de explosionar a esta sufrida nación sudamericana.
Según ha publicado en esta semana uno de los
diarios más antiguos de Santo Domingo, Listín Diario, “las conversaciones avanzan de manera favorable y al parecer, tanto la
oposición como el chavismo, están acordando puntos en
común en el diálogo; uno de ellos es la conformación de países amigos para que
den seguimiento al diálogo de paz que se está llevando a cabo en República
Dominicana, y que se reanudará el próximo 27 de este mes”.
Ante esta situación, me nacen tres o cuatro “Ojalá”, que creo justo y necesario,
preciso revestirlos de esperanza para todos.
Ojalá que los esfuerzos que se hacen desde
República Dominicana no hayan sido un simple populismo del Gobierno, en querer
brillar y sacar ventaja política a esta crisis, promocionando sus relaciones
públicas a nivel internacional de aparentar interés. Ojalá sean buenas
intenciones con mejores resultados para los venezolanos, que bastantes hay en
Santo Domingo y otras latitudes, huyendo del terror del país, creando
forzosamente una diáspora desesperada.
Ojalá también que las partes venezolanas hayan
aprovechado la coyuntura para ponerse en serio y enfrentar el problema de una
vez por todas con una real actitud de diálogo, acuerdo y paz, y que los
dominicanos no hayamos sido burlados y engañados ante nuestra buena fe.
Y ojalá que las autoridades dominicanas se vean en
ese mismo espejo de solidaridad y buenas intenciones, y que sepan construir
mecanismos de diálogo para solucionar los problemas internos que hay en casa,
escuchando con atención y buenas intenciones de accionar el clamor de la gente,
reunida en movimientos, sindicatos u otro tipo de expresión. Que sepan barrer
la casa también para los que viven en ella, y no solo ser efectivos mediadores
de los que vienen de fuera. Ojalá.
Antonio Gómez Peña.-
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