En estos días circuló profusamente en el país una información que movió a quien escribe (acaso por su inveterada tendencia a auscultar realidades o intenciones detrás de los titulares de las noticias y la "parte frontal" de los acontecimientos) a situar nuevamente la mira de sus reflexiones en dirección al presente y al futuro cercano del expresidente Leonel Fernández en tanto líder de indiscutible raigambre social y política que aspira a retornar al poder.
(Hay gente que al abordar la coyuntura política de hoy en perspectiva hacia el mañana continúa privilegiando como "nudo gordiano" del análisis la lucha interna que indudablemente se avizora en las interioridades del PRM en procura de la obtención de la candidatura presidencial del año 2020, pero lo cierto es que si bien esa confrontación probablemente domine parte del ambiente político nacional en los próximos meses, el combate entre leonelistas y danilistas en el PLD en el mismo sentido promete ser más áspero, frontal, desgarrador y significativo desde el punto de vista del destino mediato de la nación).
Se trató de una reseña noticiosa que daba cuenta de que el doctor Fernández dio inicio a "una gira de trabajo por México, Ecuador y Argentina, donde cumplirá diferentes compromisos institucionales...", destacando que comenzó "su agenda de trabajo en la ciudad de Guanajuato, México, donde participó como invitado especial en el Foro Latinoamericano para una Democracia Inclusiva y el Foro Democracia de Nueva Generación para las Américas", e informando que desde aquí viajaría "a Quito, capital de Ecuador, donde el 2 de abril completará su compromiso como jefe de la Misión de Observación Electoral de la OEA".
La información -se reitera- circuló ampliamente en la prensa dominicana, y no habría llamado la atención del suscrito si con respecto a ella no se hubiese generado una rara ocurrencia: en la labor de "ponderación" de la significación de esa nueva salida al exterior del presidente del PLD, a diferencia de lo que habitualmente había ocurrido hasta ahora, parecieron estar contestes "tirios y troyanos" en un popular programa radial, como si se tratara de un hecho ante el cual ("ambos a dos, matarile-rile-ron") todos tuvieran necesidad (¿o línea?) de frotarse las manos (por razones distintas, claro).
El extraño acaecimiento, por supuesto, aparentemente era indicativo de que mientras ciertos seguidores del exmandatario en los medios de comunicación celebraban la colocación de su líder en la palestra política tras un prolongado silencio probablemente provocado por un ejercicio táctico de precaución ante los nocivos efectos colaterales del caso Odebrecht (la conocida conseja de mantener intocada la materia fecal, pues si se "bate" aumenta el hedor), sus adversarios parecían gozar porque aquel insistía en su postura de desentenderse del escenario vernáculo (obviamente dejándole el mismo al sector del licenciado Danilo Medina) y, como contrapartida compensatoria, continuar con los ojos puestos en las actividades internacionales, donde sus merecimientos y reconocimientos lucen no haber disminuido gran cosa.
Y la verdad sea dicha: toda la suspicacia del autor de estas líneas en el sentido apuntado brota de una situación que es harto conocida entre nosotros: si hay un gran ausente en los debates que se desarrollan actualmente en el palenque siempre en movimiento de la política nacional, muy a pesar de que algunos de los temas le conciernen de manera directa tanto en su condición de estadista como en su calidad de líder partidario, sin dudas lo es el doctor Fernández, y ello muy a pesar de que nadie en su sano juicio puede negar que dos "virtudes" les son consustanciales como prohombre del partidarismo criollo: sabe "conceptualizar" como el que más y, adicionalmente, es ducho en la administración de la publicidad y la propaganda políticas.
El fenómeno, ciertamente, no deja de ser curioso, sobre todo si recordamos que el exmandatario peledeísta salió del poder en el año 2012 con una popularidad envidiable (para entregarle las riendas del poder a uno de sus compañeros de partido) y con la casi plena seguridad (al amparo de la reforma constitucional de 2010, que anuló el régimen de elección presidencial conocido como "sistema estadounidense") de que retornaría al Palacio Nacional en 2016 con relativa facilidad tras la los vientos de división que soplaban dentro de la oposición a la sazón encarnada por el PRD.
Por supuesto, en su momento el doctor Fernández y su equipo no sólo subestimaron las agallas del licenciado Medina (que rompería olímpicamente la promesa que hiciera ante el país en su discurso de toma de posesión de 2012 en el sentido de que no aspiraría a la reelección), sino que actuaron con candidez y falta de audacia frente a las tácticas y estrategias demoledoras de los "bellacos" del grupo de éste (que idearon el "quirinazo" y, luego, un cerco de película en el Comité Político), y la consecuencia ya es historia: desde hace casi dos años el presidente del PLD está políticamente arrinconado.
Más aún: a bastante distancia del proceso electoral de 2020, el sector del licenciado Medina en el PLD luce beligerante y avasallador, y se comporta frente al doctor Fernández y sus seguidores con la arrogancia y el menosprecio que ni siquiera sus más enconados adversarios extrapartidarios han exhibido en los momentos de mayor desgracia de éste: lo mantienen "a raya", virtualmente exiliado de todo protagonismo (hasta secundario), y cada vez que intenta incorporarse a las controversias políticas cotidianas o apostarse de cara al futuro inmediato, le estrujan en el rostro deficiencias nodales de sus administraciones o amenazan "sotto voce" con airear expedientes de presuntos o reales actos de corrupción en los que son mencionados cercanos colaboradores suyos.
Ya se sabe (por lo sugerido más arriba y por otras cosas más) que los danilistas manosean mejor que los leonelistas los fundamentos del "pragmatismo" político, poseen una afinada y afilada "inteligencia" para el manejo de las coyunturas, exhiben mayor nivel de "tigueraje" en la concertación de alianzas (para agenciarse respaldos a título oneroso o "gratuito"), han demostrado una vocación de poder más voraz que la de sus contrincantes de todos los colores y, perogrullada aparte, hasta el momento son el sector con más adhesiones populares... Pero, por Dios, lo que se le está haciendo al doctor Fernández, el otrora "compañero presidente" o "el activo más importante del PLD", no se le hace ni siquiera al peor de los enemigos: lo tienen cercado, ninguneado y amarrado "a soga corta".
El que no lo quiera ver ni entender tiene derecho a ello, pero la realidad actual no admite dudas ni confusiones de ningún tipo: en cinco años de efectivo y focalizado "maniobrerismo" interno y externo, el sector que dentro del PLD encabeza el licenciado Medina ha logrado lo que no pudieron conseguir en tres lustros sus contradictores de toda laya en la oposición: mantenerlo silenciado, casi escondido en las afueras del activismo político nacional y, sobre todo, doblegado por la indecisión, la virtual sumisión y la incertidumbre... Para decirlo gráficamente, lo tienen como San Miguel Arcángel tenía a Satanás (a sus pies y con una espada a punto de atravesarlo) en el cuadro aquel que una vez colgaba en las salas de nuestros hogares de cristianos devotos... Si esto no es un record en materia de control partidario interno, por lo menos es un buen "average".
Y, desde luego, si no se sacude o resulta favorecido por las "circunstancias" (estas últimas, bien se sabe, son una "categoría histórica"), las posibilidades presentes y futuras del doctor Fernández dentro del PLD presentan más sombras que luces: si el licenciado Medina decidiera optar por una nueva repostulación o por imponer a uno de sus conmilitones como candidato presidencial peledeísta del 2020, aquel tendrá que encarar la disyuntiva de plegarse a ello o decidirse por fundar tienda aparte. Pero si, a la inversa, el exmandatario lograra imponerse sobre el sector danilista (sea en una medición de fuerzas o por acuerdo), nunca habrá garantías reales de que sus contrarios activen a su favor, básicamente porque pudieran estar persuadidos de que -tal y como le ocurrió a él mismo- con semejante postura podrían estar "afilando cuchillo para su propia garganta".
De cierto, pues, se puede afirmar, sin incurrir en inexactitudes históricas ni exageraciones de juicio, que nunca en la historia democrática del país un líder político de tanta nombradía y trayectoria como las que exhibe el doctor Fernández había estado en una situación tan difícil como la que él tiene en estos momentos en términos de posibilidades de retorno al poder... Ante el arrinconamiento y las amarras a los que lo tiene sometido el oficialismo (con las debidas disculpas por la franqueza y la irreverencia), no es la paciencia de Job que necesita el presidente del PLD, sino un entrenamiento urgente en las artes escapistas de Houdini.
Por Luis R. Decamps R
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