Les cuento que un día cierto grupo de militares escucharon al ex presidente Joaquín Balaguer decir algunas cosas “muy duras” respecto del periodista Orlando Martínez.
A quienes escucharon la conversación se les ocurrió “darle un susto” a Martínez, entonces columnista del periódico El Nacional y director de la Revista Ahora, la más prestigiosa e importante de su tiempo.
Los militares en cuestión buscaron a un matón para que le diera “unos palos” al periodista, pero el asunto se salió de control y Orlando Martínez terminó muerto con el cuerpo perforado por las balas allí, en la calle José Contreras esquina Cristobal de Llerenas, en la zona universitaria.
Con el paso del tiempo, decenas de años más tarde, todos los implicados materialmente en el crimen terminaron con condenas de 30 años de prisión.
Balaguer se salvó por la debilidad de la justicia dominicana.
En otra ocasión, a otro grupo de militares se les ocurrió darle un susto a Narciso González, Narcizaso.
Lo secuestraron en una de esas calles de la capital y se lo llevaron al tenebroso “Mercadito”, en la base militar de San Isidro, sede de la Fuerza Aérea Dominicana.
Ocurre, sin embargo, que cuando estaban “asustando” a Narcizaso, este “se le dañó”, por lo que no se lo recibieron en la Policía y terminaron disponiendo del cadáver.
Los años pasaron y la República Dominicana fue condenada en la Corte Interamericana de los Derechos Humanos por ese crimen de estado.
Todavía los autores materiales de ese horrendo crimen están libres, pero tiemblan cada vez que ven algún escrito como este, puesto que saben que el tema no ha caído en el olvido.
Les comento estas “anécdotas” para decirles que cierto importante funcionario ha estado cometiendo el “error” de decir “barbaridades” en torno a Ciudad Oriental y, más específicamente, en relación a mí.
Estas expresiones, muy duras por cierto, parece que han sido interpretadas por algunos de los sujetos que le rodean como insinuaciones para que me den “un susto”.
Estos individuos ya se han estado reuniendo y planificando la forma de “enviarle un mensaje a esa mierda (o sea, yo)”.
Las confidencias sobre esos presuntos planes ya me llegaron.
Han analizado, por ejemplo, si simular que me “atracan”, tengo “un accidente de tráfico” o, simplemente, respondo a una supuesta “provocación”.
También analizan otras modalidades de enviarme un mensaje para que Ciudad Oriental cambie la línea editorial.
Quienes estarían en eso no son gentes del Distrito Nacional, sino otras firmemente asentadas en Santo Domingo Este y, al parecer, con bastante experiencia en esas tareas.
Quienes nos han alertado de lo que estarían planificando, nos han pedido en forma vehemente que nos cuidemos, incluso que no andemos solos.
Yo seguiré como siempre, con mi cámara en las manos, buscando noticias aquí y allá y sacando a flote todo lo que entendemos puede ser de interés para el municipio Santo Domingo Este.
NO VARIAREMOS LA LINEA EDITORIAL DE CIUDAD ORIENTAL, no me luce a estas alturas.
Si alguien quiere tener una idea de dónde podrían estar dándole forma a los planes de “darle un susto a Robert Vargas” solo tiene que darle seguimiento a la línea editorial que desarrollamos.
Ciudad Oriental nació así y de esa forma seguirá.
No adoptaremos medidas de seguridad más allá de lo normal.
Total, nadie se muere un día antes ni un día después.
Sin embargo, si a alguien se le ocurre pasar de los planes a los hechos, solo espero que quienes nos han seguido con fidelidad durante estos casi 17 años de periodismo totalmente independiente, sepan hacer justicia sin esperar a lo que digan ciertos tribunales que nunca sancionan a ciertas personas.
Espero que cierto líder hable con su entorno y le advierta sobre lo extremadamente peligroso de lo que ellos están planeando, quizás a su espalda.
Lo menos que necesita este gobierno es que asesinen a un periodista por la estupidez de algunos a los que cierta cosa se le ha subido a la cabeza..
De todas maneras, ya he dejado grabado en vídeo y al alcance de un click para ser publicado, un vídeo en las redes para que, en caso de que algo me suceda, sin importar si es que me caigo en la calle, tengo un accidente de tráfico, se incendia mi vehículo o algún ratero intenta robar mi equipo de trabajo, lo haga público de inmediato.
Desde que yo no pueda valerme por mi mismo debido a una de esas posibles eventualidades, el vídeo saldrá a la luz pública y, en consecuencia, será la palabra de un muerto contra la de los que planifican el susto y su líder.
Así es que, yo he vivido bastante.
No quiero morir ahora.
Pero si me asesinan quizás alguien pierda el sueño de ahí en adelante.
Pretender dar “sustos” a periodistas es un juego muy peligroso.
Creo yo.
Ni siquiera le pediré a las autoridades que investiguen nada.
¿Para qué?
Prefiero confiar en la justicia popular.
Y, además, es más que evidente que quienes están en plan de dar “un susto” no tienen idea del lío que le pueden provocar, no solo a su líder, sino al gobierno.
Y gracias por leer esto hasta aquí.
Por Robert Vargas
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