En México se celebran negociaciones con el
fin de llegar a algún acuerdo entre la dictadura castrochavista dirigida
por Nicolás Maduro y la oposición representada por Juan Guaidó, el
presidente encargado, reconocido como tal por la mayoría de los países
desarrollados y otras naciones del continente.
Dichas
negociaciones se realizan en medio de la tensión atizada desde Caracas
por un Nicolás Maduro arrogante y amenazante, quien constantemente lanza
advertencias y descalificaciones contra Guaidó y la oposición,
advirtiendo de manera imprudente, que «no habrá impunidad» por los
supuestos delitos cometidos por éste y otros miembros de la oposición.
«No
habrá impunidad en México, sueño con el día en que Guaidó pague», dijo
Maduro a través de la televisora estatal negando que las negociaciones
que su gobierno desarrolla en México con la oposición se traduzcan en
«impunidad».
«Ni en México, ni en Marte,
aquí no va a haber impunidad, aquí tiene que haber justicia, justicia
severa», dijo Maduro en las declaraciones transmitidas donde descalificó
a Guaidó señalándolo de «pelele y agente de Estados Unidos».
Sin
embargo Juan Guaidó no se quedó callado y en Twitter, ripostó diciendo:
«Tú eres el que está señalado en la CPI (Corte Penal Internacional) y
tiene 15 millones de recompensa», asegurando que está empeñado en la
recuperación de la democracia y por eso «busca un acuerdo en México».
Mientras
que el régimen de Maduro va al diálogo con la intención de conseguir el
fin del bloqueo de fondos y la suspensión de las sanciones impuestas
por Washington y la Unión Europea a funcionarios y a empresas; la
oposición asiste a las negociaciones con la esperanza de conseguir un
acuerdo que lleve al régimen autoritario a comprometerse en la
realización de elecciones transparentes y creíbles, con la estricta
supervisión de la comunidad e instituciones internacionales.
Al
inicio de las negociaciones el régimen liberó a Freddy Guevara, quien
había sido detenido un mes antes acusado de traición y terrorismo,
acusaciones típicas de los gobiernos comunistas, para justificar la
detención de sus críticos.
El aliado de
Juan Guaidó había sido detenido el 12 de julio por agentes del Servicio
Bolivariano de Inteligencia (Sebin), cuando se encontraba conduciendo
por una autopista en Caracas. Las razones del arresto fueron su supuesta
vinculación -junto con otros políticos- con enfrentamientos que habían
tenido lugar poco antes en barrios de Caracas.
Estuvo
confinado en el centro de detención «el Helicoide», un antiguo centro
comercial que desde hace años se usa para enviar a detenidos en casos
similares y que es notorio por las denuncias de maltratos y violaciones a
los derechos humanos.
Aunque el lunes 6
de septiembre se llegó a un acuerdo parcial en la primera ronda, que
incluye el rescate de activos y protección social para los venezolanos,
según declaró en rueda de prensa el representante del régimen de Maduro,
Jorge Rodríguez; sobre dicho acuerdo no se ha vuelto a hablar más, por
lo que se está a la expectativa, sobre ese resultado, que de ser cierto y
haberse logrado sin ningún beneficio para la oposición, quiere decir
que Maduro hasta ahora, se ha salido con la suya, pues se sospechaba que
ese era el único propósito del régimen.
Aún
así, en esta ocasión, con la facilitación de Noruega y el
acompañamiento de Rusia y Holanda, se tiene la esperanza de que no
ocurra como en los diálogos anteriores, que como se sabe fueron todos un
rotundo fracaso, y se puedan conseguir acuerdos y las premisas para
destrabar el conflicto social y político con graves implicaciones
económicas, originado por la destructiva dictadura castrochavista
instalada en 1999 por el mesiánico tirano populista Hugo Chávez y hoy
dirigida por el impresentable dictador Nicolás Maduro.