Entre el alcoholismo, la haitianización y la inseguridad, los dominicanos están espiritualmente agobiados y monotemáticos sobre los tres temas, con la esperanza en que “Dios meta su mano” para superar la carga traumática que no depende de la espiritualidad sino de su comportamiento.
El alcoholismo, mencionado en análisis y artículos que escribí hace muchos años cuando tenía una columna en el diario Ultima Hora, ya desaparecido, está cada vez más presente, sin que las fuerzas espirituales, los sermones y las voces de la familia sean escuchados por las nuevas generaciones.
Cuando se enamoran, los dominicanos celebran con alcohol y de ahí en adelante cuando se casan, tienen hijos, los bautizan, compran un auto, compran una casa, ascienden de empleos, se sacan la loto y viajan a la playa para sobrellevar el intenso calor, pero también cuando vuelan al exterior.
Antes se decía que los niños dominicanos nacían con el pan debajo del brazo, una suposición de que tendría siempre la comida segura. Ahora los dominicanos nacen con una botella bajo el brazo, algunos casos extremos, como el que contaba un lustrabotas mientras trabajaba en una plaza comercial.
Le preguntó al cliente si tomaba alcohol y ante la respuesta negativa, el joven contó que sí lo hacía, porque de niño, cuando su papá destapaba una botella en su casa, le servía ron en la tapita. Así aprendió a tomar, cosa que todavía hace con frecuencia, especialmente los fines de semana.
Los jóvenes dominicanos comienzan a tomar los viernes por la tarde después de pasar por la barbería a hacerse los cerquillos. El resultado es que el parte policial del fin de semana registra tantos muertos en accidentes de tránsito y riñas que involucran el alcohol, que desbordan el tamaño del país.
Hace días los dominicanos de todos los estratos recibieron consternados cómo un hombre de San Juan de la Maguana pasó dos días bebiendo y tras encerrarse en el carro de la familia junto a su hija de 14 años, la mató de un balazo y se dio otro en la sien, muriendo ambos sin aparentes razones.
En mis días juveniles en un colegio católico, nunca entendía por qué uno de los curas llegaba al curso con un tufo insoportable de alcohol y perfumado al extremo. En un aula llena de muchachos traviesos, un día de esos se quitó la correa y le dio una pela a un alumno hasta que el cuero se rompió.
En mi casa ninguno de los siete hijos de la familia Rosa bebió ni bebe, porque afortunadamente todos viven. En la casona de María Auxiliadora nunca entró una botella de ron. Papá era gallero, pero no bebía. Mamá, evangélica, menos. En Navidad entraba un vino tipo moscatel.
La haitianización
De la haitianización de que hablé en esos artículos de Ultima Hora no era realmente lo que está ocurriendo. Me percaté de su gravedad cuando en un viaje a Jarabacoa, a principios de 1980, vi a unos cuantos haitianos trabajadores. En poco más de cuarenta años, la presencia haitiana cubre todo el país.
Que no me culpen porque mi pintor de brocha gorda es haitiano, al igual que el coquero y dos que trabajan en el personal del edificio donde vivo. La haitianización quizás se resolvería si la situación del vecino país se estabiliza, mejora la economía, vuelven las zonas francas y el turismo, como antes.
La lucha de intereses de las superpotencias como Rusia y China ha impedido que Naciones Unidas pueda articular una fuerza que apoye a la Policía Nacional de Haití en un programa de estabilización que saque del medio a las bandas que hoy se disputan el territorio.
Rusia, que se opuso el jueves a la formación de una fuerza internacional tiene sus intereses frente a los norteamericanos y ven a Haití como patio del Norte. China no tiene relaciones con Haití por lo que no ve presiones de la parte haitiana. Es poco probable que la ONU apruebe una fuerza.
No solamente los haitianos que vienen a ganarse la vida en trabajos domésticos, de construcción y en los campos son parte de la haitianización, también hay muchos haitianos comprando propiedades en Santo Domingo, Santiago y en los polos turísticos, porque ven la situación suya irremediable.
Los haitianos de la clase acomodada pasean por las plazas comerciales parecidas a las de Miami, que era un destino acostumbrado para ellos y se entusiasman con la riqueza aparente de los dominicanos. Su moneda, el gourde, se cambia bien aquí y pueden disfrutar de un estilo de vida “cozy”. Se creyó que el colmo de la situación de Haití habría ocurrido hace dos años cuando el presidente Jovenel Moïse fue asesinado en su residencia, como parte de un complot internacional que involucraba mercenarios y gente del bajo mundo que ligaban con drogas. El caso no está claro aún.
La haitianización es un dolor de cabeza para la parte dominicana y ejerce una presión política sobre el gobierno del presidente Abinader, que ha insistido por los medios diplomáticos en que es necesario el envío de tropas al vecino país. Aunque no se ven las señales, las bandas armadas podrían ser una fuente de provocación hacia la parte dominicana.
La inseguridad
La inseguridad que se siente en la República Dominicana es grande pese al empeño de las autoridades que luchan contra los delitos callejeros y asaltos a mano armada. Ahora se ve lo malo que fue la liberalización del porte de arma que hicieran gobiernos anteriores.
Puede ser cierto que muchos actos de bandidaje callejero, atracos a mano armada y asaltos a personas indefensas, mujeres y jóvenes que se dirigen a los trabajos y hasta congregantes de las iglesias, hayan disminuido, como dicen las autoridades, pero es posible que muchos casos no son reportados.
La inseguridad amenaza a un sector demasiado sensitivo como lo es el turismo. Con el turismo en auge, las autoridades tienen el reto de prevenir que los delitos ocurran, atacando las causas como son la pobreza y el exceso de ocio de la juventud que no dispone de canchas ni de gimnasios.
Esta semana se informó que la embajada dominicana en España había recibido 500 uniformes de baloncesto donados por el gobierno del presidente Abinader para los equipos de esa disciplina en las comunidades dominicanas que son afectadas por la delincuencia. Es una buena iniciativa de la misión diplomática que encabeza el embajador Díaz Santana y que pudieran imitar los empresarios en la isla.