Por Sebastián del Pilar Sánchez
El domingo 2 de mayo de 1965, siete días después del inicio de la Guerra de Abril, en el apartado paraje de Mata Redonda, en la sección de Guanuma, antiguo Distrito Nacional, una patrulla del ejército fusiló a cinco civiles que -se dijo- distribuían propaganda política en los barrios de la zona norte capitalina, en horas de la tarde, en apoyo a la causa constitucionalista representada por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien dos días más tarde se juramentaría ante el Altar de la Patria como presidente del gobierno en armas, tras ser escogido por el Congreso Nacional en su sesión extraordinaria del lunes siguiente.
Este quíntuple asesinato tuvo de víctimas a la sindicalista y dirigente medio del partido blanco Yolanda Guzmán, de 22 años; al periodista Luis Emilio Reyes Acosta, de apenas 20, y a los jóvenes Félix Fernando Taveras (Mario), de la agrupación patriótica 14 de Junio; Rafael García Vásquez, dirigente perredeísta de base y José María Reyes "El Chino", miembro de la juventud revolucionaria. El único sobreviviente fue Narciso Román Taveras, quien eludió la muerte, pasando a ser el único testigo de este incalificable crimen.
Este trabajo concentrará su enfoque en el periodista Reyes Acosta, quien era reportero del Listín Diario y se había destacado divulgando por ese rotativo matinal varias noticias de primera plana sobre la Revolución de Abril, además de escribir un diario personal en el que apuntó cada detalle de la primera semana de guerra, dejando una irrefutable constancia de lo ocurrido en la capital después de la sublevación militar iniciada en el campamento 16 de Agosto.
Comenzaremos por aclarar que el joven comunicador no era parte del equipo de activistas conducido por Yolanda Guzmán, dedicado a la noble tarea de promover en los barrios las bondades de la revolución en marcha, aunque era amigo de la joven mártir del perredeísmo y había sido un promotor eficaz de la causa de la democracia por la vía del periodismo.
Ambos se encontraron la tarde de ese domingo por pura casualidad en la periferia del parque Independencia, luego de que Reyes Acosta en su calidad de corresponsal del Listín Diario, cubriera una actividad de prensa en la que los constitucionalistas dieron a conocer sus actos públicos inmediatos.
Cuando el joven periodista se proponía dirigirse hacia su hogar, fue invitado a ocupar un asiento en el vehículo donde su apreciada amiga viajaba junto a otras cuatro personas, y que pasaría por el área donde residía en la parte alta de la ciudad.
Cuando el joven periodista se proponía dirigirse hacia su hogar, fue invitado a ocupar un asiento en el vehículo donde su apreciada amiga viajaba junto a otras cuatro personas, y que pasaría por el área donde residía en la parte alta de la ciudad.
Aceptó subir al yip sin que le cruzara por la mente que sería detenido por una patrulla militar del CEFA en la intersección de las calles Pedro Livio Cedeño y Marcos Adón, de la capital, y que sus ocupantes -sin excepción- serían conducidos como prisioneros hasta la sede de la Intendencia General del Ejército, mejor conocida como Transportación, ubicada en el ensanche La Fe, donde tras ser interrogados se determinó liquidar el grupo esa misma noche en el lejano paraje de Mata Redonda, entre Guanuma y La Victoria.
Este quíntuple asesinato conturbó tanto al país que mucha gente creyó que la furia salvaje de los militares del CEFA pudo acrecentarse cuando el periodista -estando ya en prisión- fue reconocido como el autor de varias reseñas de primera plana publicadas en el periódico Listín Diario en esa semana, destacando la caída del gobierno de facto y las batallas libradas por el retorno a la constitucionalidad sin elecciones.
Posiblemente, esa noche, salió a relucir que Reyes Acosta, además de ser el responsable de dichas publicaciones, era el mismo periodista que a principios del año 1965 había sostenido una confrontación pública con la Policía Nacional, en la que se puso de manifiesto la fragilidad de la libertad de prensa durante el régimen del Triunvirato.
Eso fue la noche del Día de Reyes, 5 de enero, que intentó defender a unos jóvenes que fueron reprimidos por la Policía, en el momento en que se estaban divirtiendo en la calle El Conde, usando pistolas de juguete y lanzando chorros de agua a los viandantes, mientras esperaban el desfile de los Reyes Magos, ya que esa práctica había sido permitida hasta entonces.
Por intervenir a favor de esos muchachos, Reyes Acosta fue detenido, al igual que el reportero de El Caribe, Guillermito Gómez, aunque éste logró escapar. Luego, el periodista del Listín Diario fue llevado a la Fortaleza Ozama y allí se le encerró por doce horas y un coronel le golpeó el rostro, sin tomar en cuenta que le había mostrado el carnet que lo identificaba como redactor de Listín Diario.
El referido oficial le manifestó que no le importaban los periodistas, "ni el periódico de usted, ni su director que no sé quién es ni me interesa". Mientras otro oficial afirmaba que "este pueblo lo han enderezado la Policía y el general Belisario. Y el hecho de que sea usted periodista no le da derecho a faltarle el respeto a la autoridad".
Ese incidente generó ácidos editoriales de los medios de prensa y repercutió en el país afectando bastante la imagen policial, sobretodo después que el comunicador fue sometido a la justicia acusado de "ultrajar e insultar a la Policía Nacional", con el alegato de que había provocado a un oficial que detuvo a varios mozalbetes que "se dedicaban a tirar agua".
Este no era el primer percance entre periodistas y policías que ocurría en el gobierno de facto, pues durante los últimos meses se había incrementado la interferencia de los agentes de orden público en las labores de los hombres de la prensa, siendo el incidente de mayor gravedad el provocado el día 2 de marzo por un policía que le dio un balazo al fotógrafo Eduardo Lockhart, del Listín Diario, aparte de las dificultades que confrontaría unos días más tarde el grupo de periodistas que el 21 de marzo acudió al aeropuerto Internacional de Punta Caucedo a recibir a los miembros de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que celebrarían en el país una reunión de ese organismo.
Ello sin contar con otro lamentable suceso generado por dos policías que trataron de arrebatarle su libreta de notas al periodista Alejandro Paniagua, del Listín Diario, cuando entrevistaba en el salón de audiencias de la Cuarta Cámara Penal, situada en la primera planta del Palacio de Justicia del Centro de los Héroes, a un grupo de presos que iban a ser juzgados bajo la acusación de terroristas.
Mientras el Listín Diario protestó editorialmente por la detención de Reyes Acosta, y recibía la inmediata solidaridad de los diarios La Información y El Caribe, que se quejaron por los maltratos inferidos al periodista, el triunviro doctor Donald Reid Cabral se refirió públicamente al tema el día 8 de enero, minimizando los hechos y negando que hubiese una actitud de entorpecimiento a la prensa de parte del gobierno o de la Policía, porque –a su juicio- "en todas partes del mundo se producen algunas veces fricciones y malentendidos en momentos de acaloramiento".
Homenaje a memoria de Reyes Acosta
Los restos destrozados de los jóvenes asesinados el 2 de mayo de 1965 fueron localizados y exhumados en Mata Redonda, luego de que prosperaran las gestiones de rescate realizadas por los dirigentes perredeístas José Francisco Peña Gómez y Tancredo Duluc, con la receptividad plena del gobierno provisional del doctor Héctor Rafael García-Godoy y Cáceres.
Fue así que el cadáver del joven periodista Reyes Acosta fue trasladado al histórico cementerio de la Avenida Independencia, e insertado en una humilde fosa donde sus colegas del Sindicato Autónomo de Trabajadores del Listín Diario, junto a los trabajadores de la Editora de El Caribe y a los miembros del Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales (SNPP), se reunieron por primera vez el 2 de noviembre de 1965 para tributarle un cálido homenaje y jurar ante su tumba que defenderían los ideales por los cuales había luchado.
En este primer homenaje, el presidente del SNPP, Miguel A. Hernández, leyó un panegírico en el que destacaba que el periodista ido a destiempo era un ser "inquieto, lleno de vida, humano". Y agregaba que "Los que le conocimos y le tratamos, los que compartimos con él sus penas y alegrías, jamás podremos olvidar a este joven inquieto y lleno de vida cuya voz se ha apagado para siempre".
Asimismo, el presidente del SNPP resaltaba que Luis Reyes Acosta era "hijo de una familia humilde", "supo imponerse al medio hostil que rodea a la gran mayoría de los dominicanos y con esfuerzo y sacrificio se incorporó con entusiasmo a la legión de quienes tenemos la gran responsabilidad de orientar al pueblo".
Destacó también "que la responsabilidad con que trabajó lo llevó muchas veces a darle la cara al peligro", y que "en tiempo de paz, sufrió los rigores de la prisión por protestar contra la injusticia; en tiempos de guerra desafió las balas de los cañones y de los fusiles para estar presente en el cumplimiento del deber".
Miguel Hernández juró que continuaría la tarea de Reyes Acosta y defendería con tesón los postulados e ideales por los cuales cayó su colega, y recordó que éste solía decir que era de los que creían que todo hombre tenía derecho a expresar sus ideas sin que por eso sea privado de su vida, ya que el régimen político que impidiera este derecho no sería jamás de su agrado.
Otro periodista que habló durante este grandioso homenaje fue Santiago Estrella Veloz, quien se despachó con las siguientes palabras:
"Los mensajeros del odio y del terror creyeron que silenciando la voz joven y vigorosa de Luis Reyes Acosta detendrían la lucha de los periodistas por una patria libre y soberana. Pero se equivocaron. Porque los periodistas dominicanos estamos identificados plenamente con los problemas de la República, tal como lo estuvo nuestro compañero desaparecido".
Estrella Veloz agregó que el mejor tributo a la memoria del malogrado joven era "luchar con los medios a nuestro alcance -la prensa, la radio y la televisión- por una nación libre e independiente; por una nación en la que cada corazón dominicano fuese un símbolo del amor; por una nación en la que no hubiera hombres como los que de una manera cobarde segaron la vida del periodista".
A petición de Estrella Veloz, todos los presentes rezaron un padrenuestro y ofrecieron sus condolencias a los padres de Luis Reyes Acosta, quienes estaban presentes.
El 29 de noviembre de 1965, el Ayuntamiento del Distrito Nacional anunció la designación de una calle de la capital con el nombre del asesinado periodista. Era la conocida calle Quince del barrio Mejoramiento Social.
Esa disposición hacía realidad una sugerencia elevada el 9 de octubre a la sala capitular del cabildo por un grupo de periodistas del Listín Diario y El Caribe, para que se tomara una resolución similara la que designaba con el nombre de Yolanda Guzmán "la calle que desde la Eusebio Manzueta hacia el Sur se llamaba Manzana de Oro, y hacia el Norte, El Progreso de Trujillo", en homenaje a la joven combatiente perredeísta.
Dicha sugerencia estaba contenida en la carta dirigida al presidente del Consejo de Regidores y publicada al día siguiente en el diario vespertino La Nación, en la que se recomendaba ponerle el nombre de Luis Reyes Acosta a la calle Charles Piet, que honraba a "un tipo probablemente haitiano a quien el pueblo dominicano desconoce". Aunque un poco más tarde, el historiador VetilioAlfau aclararía que éste era un educador francés que llegó a Santo Domingo en 1837 y fundó una escuela que sirvió de orientadora a la juventud dominicana, que desde 1822 padecía el cierre de la Universidad de Santo Domingo, debido a que sus estudiantes fueron reclutados para el servicio militar por orden del régimen haitiano que imperó en el país hasta la Independencia.
Entre los firmantes de esta misiva, estuvieronlos periodistas Miguel A. Hernández, Eulalio Almonte Rubiera, Luis González Fabra, Santiago Estrella Veloz, Félix Acosta Núñez, Aleyda Fernández, Manuel Severino, J. García Valoy, Manuel José Torres, Julio Cross Veras, José Romero Rojas, Napoleón Leroux, Félix A. Gómez, Ramón Lora, Manuel María Pourié Cordero, Jaime Locward, José González, Manuel de Jesús Javier García, Alejandro Paniagua, Bolívar Rodríguez, Radhamés Gómez Pepín y MilciadesUbiera.
Este último escribió un impactante artículo en el Listín Diario, el 6 de abril de 1966, que entre otras cosas importantes decía: "Su cuerpo menudo ya no lo vemos por los pasillos del Listín. Su andar apresurado y firme ya no marca el compás de sus pasos, los pasos de un joven dominicano con ansias de libertad para sus hermanos. Su mirada inquisidora y penetrante ya no nos ausculta la conciencia tratando de leer nuestros pensamientos cuando discutíamos de política, de los problemas sindicales o de otros temas".
Ilustraba que dentro del Listín Diario era costumbre de los compañeros del asesinado joven pronunciar su nombre "alargando la última letra (Reyesss!), como muestra de simpatía y cariño" y que él contestaba el saludo con una sonrisa propia de los hombres buenos y sanos de espíritu.
También decía que "Siempre se le veía con un libro bajo el brazo. Quería sacarle el máximo provecho a sus ratos libres y su mejores amigos eran los libros. Ahora comprendemos cuál era la grandeza de su alma y la nobleza de su corazón".
Por último, se debe destacar la resolución adoptada el 23 de septiembre de 1966 por el director de la escuela de Ciencias de la Información Pública de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, profesor Rafael González Tirado, quien designó con el nombre de Luis Reyes Acosta a un aula-biblioteca de la Facultad de Humanidades, que fue inaugurada con la presencia de funcionarios universitarios, profesores, alumnos, egresados, amigos y familiares del asesinado periodista.
"Reyes Acosta deja un recuerdo imperecedero, por la forma responsable con que asumió el sagrado ministerio de informar honestamente, bajo cualquier circunstancia", dijo entonces González Tirado, al inaugurar dicha aula-biblioteca.
También afirmó: "Hacemos un alto en la rutina de las labores cotidianas, para compartir las emociones de un acontecimiento sencillo y singular, como lo es la inauguración de esta aula-biblioteca".
"Nada de extraordinario tiene la inauguración de una sala como ésta. Sin embargo, cuando es el resultado de largos sacrificios de la voluntad creadora de hombres y mujeres que aspiran a una mejor capacitación técnica y moral, que se proyecte en beneficio de la colectividad, el hecho debe destacarse", agregó.