Por Sebastián del Pilar Sánchez
El 11 de septiembre de 1963 se
cumplen 55 años de la llegada de Mario Moreno “Cantinflas” a la República
Dominicana, invitado por el gobierno de Juan Bosch para participar en una
función benéfica de ayuda a los leprosos y en varias actividades artísticas y
sociales relacionadas con esa causa, pautadas para efectuarse en las ciudades
de Santo Domingo y Santiago de los Caballeros.
El renombrado artista
mexicano arribó al Aeropuerto Internacional de Punta Caucedo a las
7:40 de la noche de ese miércoles, tras desmontarse de su avión privado…el
“Súper Convair 777”, cuyo número recordaba al policía honesto de la película
"El gendarme desconocido" (de 1941), que reaparecería más tarde en
otro filme de similar calidad y éxito realizado en 1950, llamado "El
bombero atómico".
El distinguido humorista vino
acompañado de 18 personas, entre las cuales figuraban los integrantes del Dueto
Fontana, el Trío Los Duques, el actor-cómico Alberto Catalá, la bolerista
Antonia Rodríguez, el animador de televisión Germán Figueredo, el torero
Benjamín Esqueda y los banderilleros Ignacio Valencia y José Martínez.
Cuando entraron al área de
recibimiento los artistas fueron animados por el Mariachi Dominicano que
dirigía Manolín Collado, que dedicó varias piezas mexicanas al visitante, quien
mostrando su admiración y simpatía por este conjunto improvisó algunas palabras
refiriéndose a su excelente musicalidad y describiendo la alegría que le embargaba
en ese momento inolvidable; pues le parecía no haberse alejado de su patria, al
estar sintiendo “una de las emociones más grandes de mi vida”, por la recepción
impresionante brindada por tantos admiradores aglutinados allí y en el
mirador del viejo aeropuerto.
También se refirió a las finas
atenciones que estaba recibiendo de sus anfitriones, representados por los
ministros de Obras Públicas y de Recuperación de Bienes, que eran el ingeniero
Luis del Rosario Ceballos y el empresario radial José Antonio Brea Peña.
Aquella muchedumbre le iba a
acompañar en la marcha hacia Santo Domingo, integrándose a la caravana que se
desplazaría por la avenida de Las Américas, para ser vitoreada durante más
de una hora por millares de personas que saldrían de sus hogares,
colocándose a ambos lados de esa vía para verle pasar y saludarle en
una espontánea expresión de júbilo y apoyo al artista que había llegado a
la República Dominicana después de una larga espera.
Concitaba mucho entusiasmo su
presencia en el país, pues Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes le había dado
vida al personaje de Cantinflas convirtiéndolo en el artista más trascendente
de México, en un cómico universal considerado por el famoso actor inglés
Charles Chaplin como “el mejor comediante del mundo”.
Unas 70 mil personas se movilizaron
aquella noche junto a él por la autopista de Las Américas y varias calles de la
capital, hasta llevarlo al hotel Embajador -su lugar de hospedaje-, donde iba a
lograr un buen descanso para reanudar -al día siguiente- el ajetreo antes de la
función benéfica de la Feria Ganadera.
El jueves 12 de septiembre en la
tarde, en compañía del ministro Brea Peña, el destacado visitante giraría una
visita de cortesía a la residencia del presidente de la República, ubicada en
la urbanización Bella Vista del Distrito Nacional, donde le esperaba la primera
dama, doña Carmen Quidiello de Bosch y los sobrinos del jefe de Estado, los
jóvenes Virgilio y Fernando Ortiz Bosch, quienes tras un reverente saludo lo
introducirían en la oficina del primer mandatario, quien le
recibiría -junto a varios de sus ministros- con un efusivo apretón de manos.
Allí conversarían por un buen rato en
torno al estado de ánimo del artista, quien le diría al presidente que había
creído que Santo Domingo tenía un clima mucho más cálido, pero se había
percatado de que era lo bastante agradable y se sentía muy bien con la calidez
sentida en el majestuoso recibimiento de que había sido objeto a su entrada a
la capital dominicana, fruto de la solidaridad del pueblo dominicano.
De su lado, Bosch le manifestaría que
había visto sus películas y era su admirador, tras haber disfrutado de “ratos
verdaderamente inolvidables”.
Esa misma noche se produciría el
grandioso evento de la Feria Ganadera, a beneficio de los leprosos del país,
con la asistencia de unas seis mil personas que -en su mayoría- tenían ganas de
conocerle desde mucho tiempo atrás, y se le había presentado -¡por
fin!- la oportunidad de verle allí como protagonista del evento, recibiendo
muestras claras de simpatía de los espectadores; entre ellos, el presidente
Bosch y su esposa; el vicepresidente de la República, doctor Segundo Armando
González Tamayo y altos funcionarios civiles y militares.
Cantinflas, como era natural, se
acercaría y saludaría al mandatario, quien le devolvería el saludo con
una franca y ancha sonrisa, en un gesto de indudable amistad y aprecio
reciprocado por el artista con el obsequio del capote de torero que llevaba
puesto.
El acto se iniciaría formalmente a
las 8:40 de la noche con la interpretación del Himno Nacional y la presentación
de varios artistas mexicanos y criollos; entre ellos, Dasia
González, Alberto Catalá, Dueto Fontana, Trío Los Duques, Antonieta Prado,
Fernando Casado, Sara Echavarría, Yvette Pereyra y Niní Cáffaro.
Tal como se esperaba, la noche se
impregnaría de mucha alegría al presentarse Cantinflas con su uniforme de
torero, junto a los diestros lidiadores mexicanos Benjamín López Esqueda y
Tomás Abaroa, para demostrar que no sólo en el escenario cinematográfico podía
exhibir un buen manejo y dominio de un fuerte novillo, sino que también
podría actuar allí como en 1941 lo hiciera en el mundo fantástico del cine, en
su conocida película “Ni sangre ni arena”, que tanta risa y alegría
brindó al público.
En la Feria Ganadera durante la noche
de este 12 de septiembre, Cantinflas exhibiría mucha sagacidad en su estilo
cómico y agradable de torear, logrando que los espectadores gozaran en demasía,
viéndolo atareado en la arena, esquivando la embestida del animal a
ritmo de merengue, de haladura de rabo y suaves estocadas, y de banderillas
clavadas sin intenciones de tortura o de muerte.
Cantinflas aparte de torear y
divertir a la gente con su bufeo y meneo cómico inimitable, participó durante
el evento en un acto solemne que distrajo durante veinte minutos al público
hasta entonces concentrado en el espectáculo taurino, cuando el jefe de
la Policía Nacional, general de brigada Belisario Peguero Guerrero le impuso en
su pecho la placa No. 777, en señal simbólica de que la institución del orden
público lo consideraba uno de sus miembros, acogiéndose al mandato de un
decreto del presidente Bosch que le designaba “Raso Honorifico”, tras valorar
su devoción por los asuntos policiales expuesta en su sobresaliente interpretación
del agente policial integro que cumplía con su deber social en la citada
película “El gendarme desconocido”.
La actuación de Cantinflas había sido
insuperable, llenando la expectativa del público que ansiaba verlo desde que
saltara a la fama en 1940 en la película “Ahí está el detalle”.
En ese sentido no abunda reiterar que su presencia en el
país fue una iniciativa del gobierno de Bosch, que estimando su vocación
filantrópica se le acercó en julio de 1963, a través del embajador dominicano
en México, doctor Moisés de Soto, pidiéndole su colaboración para efectuar una
función benéfica de ayuda a los leprosos de Santo Domingo, y no sólo acogió esa
solicitud sino que también recomendó al empresario Héctor García Vargas -su
apoderado- que pospusiera algunas presentaciones artísticas que tenía en
Venezuela, Perú, Ecuador, Centroamérica y España.
El referido hombre de negocios
calificó como “un caso muy raro esta visita de Cantinflas al país”, ese real
“interés en venir a Santo Domingo”. Y recordaba que Cantinflas se había negado
a actuar en la República Dominicana durante la oprobiosa era de Trujillo, pese
a que sobraban las ofertas de buenos contratos de parte de la empresa
televisora “La Voz Dominicana”, cuyo propietario, el general Petán Trujillo, hermano
del dictador dominicano, llegó a enviarle un cheque firmado en blanco para que
él anotara la suma que deseara; siendo éste devuelto sin vacilación aunque
recomendándole al reconocido general que destinara “ese
dinero a las personas que están muriendo de hambre en su país”.
Luego de la actuación de Cantinflas
en la Feria Ganadera, hubo otras dos funciones en el Estadio Cibao de Santiago
y en el Estadio Quisqueya de la capital, a casa llena, estando igualmente
presente la causa de la lepra, que para esa época era un tema de salud en la
República Dominicana, porque había una gran cantidad de leprosos internos en el
leprocomio establecido en la sección de Nigua, San Cristóbal.
Una crónica periodística hecha el 20
de julio de 1963 por el periodista Rafael Molina Morillo decía que,
además de los enfermos, estaban residiendo allí unos 22 niños sanos, sin que
hubiese una iniciativa de los funcionarios del lugar para evitar que fuesen
contagiados por los pacientes infectados que compartían con ellos las camas y el
estado de promiscuidad existente.
El gobierno de Bosch fue el primero
en decidir enfrentar con seriedad aquella situación, dándole calor a la
creación del Patronato de Lucha Contra la Lepra, que se estableció el 11
septiembre, en la calle Cayetano Rodríguez No. 41 de la capital, orientado por
el doctor Huberto Bogaert Díaz y con una directiva presidida por la señora
Carolina Hernández Estévez, e integrada por las damas Carmen de Alfau,
Angeliquin de Pimentel Imbert, Rosa de Herrera, Millín de Taveras, Carmen de
Marranzini, Ángela de Ortiz, Carolina de Bogaert, Marina de Flaquer y Carmen
Idalia Grullón.
La meta de ese Patronato era mejorar la vida de los
internos en el Leprocomio y trabajar con tesón por la creación de un moderno
centro dermatológico para lidiar con todas las enfermedades de la
piel en una época de poco desarrollo en esa área de la medicina. Y
fue gracias a ese esfuerzo que nacería tiempo más tarde -el 3 de febrero de
1966- el Instituto Dermatológico Dominicano, que hoy lleva el nombre del doctor
Bogaert.
Sin duda que la visita de Cantinflas
aquel 11 de septiembre de 1963 estimuló la lucha contra la lepra, y fue -por
otro lado- una especie de sedante en un ambiente caldeado por las pasiones
políticas, aunque no pudo detener la conspiración en los cuarteles
que se venía gestando entonces para derrocar el gobierno de Bosch.
Durante su estancia en la República
Dominicana el actor y cómico mexicano recibió varios homenajes y
reconocimientos; siendo nombrado “Miembro de Honor”, por el Senado de la República,
quien le expresó un voto de agradecimiento por su humanitaria decisión de
ofrecer el producto de sus presentaciones en el país para la campaña contra la
lepra.
El Senado también
aprobó el proyecto de ley que le envió el presidente Bosch, por medio
del cual se designó con el nombre de Mario Moreno al hogar infantil
destinado al albergue de niños desamparados en la sección de Nigua, del
municipio de San Cristóbal.
En este proyecto el jefe del Estado
expresaba que “la visita al país del genial cómico mexicano Mario Moreno
(Cantinflas) para actuar en un festival benéfico era ocasión propicia para
rendir cálido tributo de admiración y homenaje a quien no sólo prodiga, a manos
llenas, su arte extraordinario para deleite del público que lo aplaude y lo
admira sino que destina gran parte de sus beneficios a obras de bien social
especialmente a favor de la niñez desvalida”.
También el actor fue distinguido por
el ayuntamiento del Distrito Nacional que le designó como “Huésped de Honor” y
le entregó las llaves simbólicas de la ciudad, en un acto celebrado el viernes
13 de septiembre en el salón de actos del cabildo, presidido por el presidente
de la sala capitular, J. Nicanor Pichardo y el síndico doctor Manuel de Jesús
Reyes Martínez (don Gungo).
Uno de los actos más hermosos en que
participó el artista mexicano, se efectuó el 14 de septiembre en la sede
del Cuerpo de Bomberos Civiles de Santo Domingo, donde se le otorgó el
rango de Capitán Honorario y donde dijo -al recibir el galardón- que “el honor
más grande que he recibido en la República Dominicana es ese, ya que en el alma
llevo el sentir de los bomberos, porque en mi país pertenezco a las filas de
aquellos que lo arriesgan todo a cambio de nada”.
En ese acto, el coronel José N.
Shotborgh, jefe del cuerpo de Bomberos Civiles, expresó que “lo hacía porque la
oficialidad del cuerpo consideraba que por sus méritos era digno de pertenecer
a la institución; mientras que el médico siquiatra José Ramón Báez Acosta,
quien ostentaba el rango de teniente coronel y era subjefe de la
benemérita entidad, dijo que era un orgullo para ellos “tener en su seno a la
figura destacada de Mario Moreno, en cuya personalidad había una
combinación ingeniosa de actor y altruista”.
Mario Moreno dijo que se sentía
verdaderamente emocionado con la designación de que había sido objeto y exhortó
al pueblo dominicano a que honrara al digno cuerpo con su simpatía y
admiración, y en un arranque de emoción saludó a todos los oficiales presentes
con un cariñoso apretón de manos, y allí mismo firmó varios autógrafos tanto a
los bomberos como a centenares de personas que se acercaron a
presenciar el acto.
El actor azteca abandonó tierra
quisqueyana el 18 de septiembre manifestando tristeza por tener que partir de
este país. Aseguró que volvería pronto a Santo Domingo, aunque por sus
múltiples compromisos le sería imposible ofrecernos otra maravillosa temporada
de humor y alegría; pero siguió unido,
sin embargo, al desarrollo del pueblo dominicano, colaborando con sus
instituciones benéficas sin fines de lucro, como lo hizo en el año 1974,
participando en una reunión del Instituto Dominicano de Cardiología, presidido
por el eminente médico doctor Héctor Mateo. Eso fue el 23 de enero, día en que
por instrucciones del presidente Joaquín Balaguer, la Secretaría de Estado de
Relaciones Exteriores, dirigida por el canciller Víctor Gómez Bergés, le impuso
la condecoración de la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el grado de
Caballero.