Segundo
relato del libro "Refugio en la Cumbre", basado en hechos reales
ocurridos en Santo
Domingo Por
Sebastián del Pilar
Sánchez
La señora
Aura Collado Rodríguez se encontraba en la pequeña habitación al final del
pasillo. Desde temprana mañana, estaba allí pensativa y angustiada por el
escándalo que tocó la figura conflictiva y sensual de su nieta Yudelka,
debido a la masiva difusión por YouTube y Facebook de un cortometraje
tipo videoclip de contenido erótico picante que habría conmocionado y
puesto en jaque la relación con su padre, el gobernante Fausto Gómez. El video
era una combinación de bachata rock y erotismo, en un contexto
encantorio de imágenes sonoras danzantes. Era una película animada
de escenas amatorias arriesgadas y candentes, toda ella narrada por testigos
separados que ofrecieron testimonios revestidos de verosimilitud
incuestionable, recreando el morbo colectivo por la desenfadada exposición de
la desnudez de la chica, aireada y difundida por las redes sociales donde se
registraba cada detalle y su impacto social.
Fausto
llegó silencioso a la mencionada habitación, desaliñado y con una barba
incipiente de dos días sin afeitar. Entró vestido con piyama hasta la rodilla,
calcetas blancas y zapatillas negras con adornos deportivos de guantes de
beisbol. Saludó afectivamente a su madre, que estaba cansada e insomne
recostada frente al monitor del computador, viendo desde temprana mañana el
mentado videoclip en el dispositivo para grabar cintas del televisor conectado
en la alcoba y en su propio aparato celular.
Lleno de asombro y enfado, se
había unido al chequeo de la grabación en la amplia pantalla, pero trascurrido
unos dos minutos de dicho examen, se desplomó de angustia en el anchuroso
sofá de la recámara, con el llanto reprimido y la tristeza extendida hacia el
laberinto por donde una hora más tarde comenzaría el trote de decenas de
llorosos burócratas, integrantes de la corte bochinchera y lacayil, que
acudirían a la casona, totalmente desorientados, para solidarizarse e
informarse de los acontecimientos. Cuando recobró la confianza y la
firmeza de espíritu, le dijo a su madre:
"La he mimado muchísimo. No es una mala chica, pero hay que
enderezarla".
Y Aura
respondió: "Creo que es tiempo de que ella busque su pareja
adecuada".
Ambos
callaron. Estaban experimentando con inclemente espanto aquella experiencia de
infelicidad y tristeza. Era difícil sobreponerse al decaimiento anímico que les
afectaba, aunque eran parte de una familia de fuerte carácter y esta no era la
primera vez que pasaban por un mal momento al que debían imponerse con un
criterio claro de "poner a mal tiempo buena cara", como
aconsejaba la filosofía del buen vivir. Fausto Gómez Collado era un mulato
maduro, de 62 años, relativamente apuesto, alto, con vientre permanentemente
enfajado, cabellos y bozo encanecidos; divorciado y con tres hijos:
Yudelka,
Antonio y Cinthia, de 21, 18 y 14 años. Se caracterizaba por ser extremadamente
educado, de firmes convicciones ideológicas y con un buen temperamento para la
cosa pública, aun mostrando cierta debilidad en el ámbito familiar. En su
juventud, solía tocar la guitarra al mejor estilo de George Harrison, cantante
y músico de Los Beatles; y por su afición al rock sinfónico y melodioso, se le
consideraba un ser tierno y romántico. Sin embargo, a raíz de su primer revés
sentimental, su gusto giró de manera sustancial; primero, hacia la música pop;
luego, y con acento inequívoco, hacia el requintar musical de Juan Luis Guerra
y Romeo Santos, en la nueva sonoridad bachatera, pero sin renegar
jamás de las delicias roqueras de su tiempo de ternura.
Para madre
e hijo, la aflicción tocaba nueva vez la puerta familiar, aunque cebándose de
manera directa en la persona de la joven Yudelka, pues lo que se había dicho de
ella, les mortificaba en la intimidad de sus mentes, tambaleando sus
pensamientos, su serenidad y calma. Era parecido a lo que ocurrió
con Aura en su juventud; que sintió en carne propia la reducción de su robustez
de espíritu, la mengua de su carácter firme y de su consistencia ideológica;
pero en esa coyuntura crítica, pudo cerrar todo resquicio al pánico y al
terror, poniendo un granito de arena en su cometido de transformar la
percepción social sobre su vida, para que no asomara ningún elemento mancilloso
que pudiera afectar la probidad de su familia. No había duda de que el afectado
mayor de la desmesurada alegría de la joven Yudelka, más que la abuela, era su
padre; por ser un político con influencia en una parte de la sociedad, con un
nombre que cuidar y con una incidencia en las masas urbanas que debía mantener
inalterada, lográndolo a base de una imagen de prudencia y mesura que no debía
ser mellada por un nuevo tema en su agenda, como este
affaire familiar.
Desde que
salió la noticia y hasta ese momento, Aura Collado Rodríguez no había estado
con su hijo, y le preocupaba mucho verlo triste y abatido, apoyado al espaldar
del sofá, tratando en vano de acomodarse; mientras ella seguía
viendo el videoclip sin poder evitar que en su hombro izquierdo
sintiera el goteo continuo de un sudor frío que resbalaba de la frente de
Fausto, quien estaba atribulado, intranquilo y agitado, convertido en un manojo
de nervios. Ella tuvo que chequearlo y animarlo, calibrando su salud durante
horas; procurando alguna fórmula efectiva contra el decaimiento,
pues ese percance sentimental, como otros que había vivido en el pasado, les
provocaban un malestar psicológico y una postración extraordinaria con sudores
y alta fiebre incluida.
Finalmente,
Aura lo sintió desfallecer en su hombro, tumbado por el sueño, obligado a
descansar un largo rato, hasta después del mediodía, cuando sintió que entraba
a la habitación el abogado Julio de la Rosa, uno de los principales
colaboradores de la administración gubernativa de su hijo, a quien saludó
informándole:
-Fausto ya
está dormido.
¡Oh, qué
pena! –dijo Julio
-Me agarró
el vestido y sentí que se desmayaba. Cayó sobre mí aturdido por la pena que le
produjo el bullicio del videoclip en Facebook –agregó Aura.
El
licenciado Julio de la Rosa era un viejo allegado de la familia. Amigo íntimo
del gobernante, también de 62 años; pero de estatura mediana, moreno y grueso;
de evidentes rasgos afro antillanos, y por demás señas, licenciado en
derecho, abogado de oficio, tenedor de un máster en
Gestión Tributaria, realizado en México, y poseedor de un post grado
en Tecnologías de la Comunicación Social, de hechura local. Se desempeñaba como
primer secretario, designado tras el manifiesto de inauguración del gobierno
provincial y fue escogido por su capacidad, su experiencia y su condición de
hombre de Estado.
Aura
Collado Rodríguez se sintió cómoda en el inicio de este diálogo con este leal
colaborador de la gestión administrativa de su hijo, inquiriéndole
su parecer sobre la situación creada:
-¿Qué
opinión te merece este caso?
Julio se
puso pensativo; se le hacía difícil emitir un juicio que pudiera herir la
susceptibilidad de la dama, pero tan pronto pudo, frotándose los ojos y
ladeando la cabeza para mirarla, dijo:
-No sé,
estimada amiga. Es un asunto enojoso que tenemos que afrontar con sumo cuidado,
aunque de inmediato tengo la impresión que ello no afectará el curso normal del
gobierno provincial.
Durante dos
horas hablaron de éste y otros temas conexos, coincidiendo en calificar de
insensato e imprudente el comportamiento de la señorita Yudelka Gómez
Batista...
-Creo que
todo esto es resultado de una vida ausente de ideología y compromiso
social; su nieta no ha tenido la menor idea de las consecuencias de sus actos,
y las evidencias dicen claramente que ha sido objeto de un seguimiento
sutil de parte de los
adversarios -aseveró
el secretario.
A juicio de
Julio de la Rosa los hechos indicaban que detrás del escándalo, de manera
soterrada, estaban los adversarios del partido dominante, buscando destrozar la
línea de socialización pública impregnada a la acción gubernativa firmemente
sostenida para propiciar una afortunada solución a los viejos contratiempos del
desarrollo urbano y de los servicios caros y deficientes que se ofrecían a los
usuarios. Y se le ocurrió agregar:
"Fausto
debe hilar fino, pues no hay duda que detrás de todo esto, está la mano de un
adversario que se resiste al cambio social".
-Hay que
hacer algo para sacar el tema de las redes- recomendó Aura Collado Rodríguez.
Como
conocía con amplitud la situación, el licenciado Julio de la Rosa estaba de
acuerdo en que era necesario apartar el tema farandulero del primer plano
noticioso, originando con urgencia una primicia noticiosa novedosa, efectista e
impresionante sobre la comunidad, como pudiera ser la rebaja de arbitrios, o la
dotación de bombillas a los postes de luz de todas las plazas, parques y
avenidas, en el marco de una buena estrategia de iluminación preventiva contra
la delincuencia.
-Cuando despierte
le informaré tu punto de vista -dijo Aura.
El primer
secretario le manifestó que consideraba puntual hacer un encuentro del consejo
ejecutivo de la gobernación para encarar el alboroto público.
Era un momento en que se necesitaba más que nunca tener claridad de pensamiento
y no depender de los vaivenes de las emociones del corazón, que nublan el
entendimiento y el buen juicio.
-Bien,
apreciada amiga. Urge reconquistar el dominio de la situación y se requiere
cabeza fría, sumo cuidado, pues intuimos que ahí hay muchos intereses metidos
–argumentó el licenciado Julio Rosa.
Agregó que
urgía buscar una solución con la participación de la gente, antes de que esa
coyuntura pudiera ser aprovechada por los
adversarios para desestabilizar el programa del primer ejecutivo en
marcha, suscitando ruidos publicitarios sobre el accionar caprichoso de la
tierna y sensual joven Yudelka, quien esa mañana ya había admitido por su
cuenta de twitter, no sólo la autenticidad del difundido videoclip, sino
también que dio su consentimiento y que la elaboración del mismo fue parte de
un proceso de filmación ejecutado por el novio, que abarcó escenas en lugares
públicos, de las que se sentía avergonzada y arrepentida, más que por su
difusión en sí, por el impacto de su contenido inadecuado entre jóvenes y
adolescentes.
De la Rosa
se despidió de la señora Aura Collado Rodríguez y montó su vehículo, una yipeta
blindada de fabricación americana, color negro. Recorrió de un extremo a otro
la ciudad y llegó a su destino: la casona gubernativa, en la avenida Sabana
Larga del ensanche Ozama de la provincia de Santo Domingo. Unos minutos después
entró a su oficina, donde estuvo trabajando unas tres horas, hasta el
atardecer, cuando hizo acto de presencia el doctor Fausto Gómez Collado y
convocó a una reunión del Consejo Ejecutivo, con el cual estuvo reunido por
espacio de treinta y cinco minutos, que fueron
suficientes para establecer el contenido de su alocución por los medios
informativos gubernamentales dos horas después, en un discurso que pronunciaría
con firmeza y autoridad notables.
El
gobernante habló de su desempeño urbanístico-social y de los esfuerzos
desplegados para edificar una sólida y moderna estructura tecnológica para
iluminar adecuadamente la ciudad, pero obvió referirse de manera directa al
sonado caso del videoclip estelarizado por su hija,
erigido en el plato del día en la comidilla pública. Tocó sin embargo de
soslayo el tema, cuando criticó "el exceso de noticias indeseadas en las redes
sociales sobre aspectos que han desdeñado el derecho a la intimidad
de las personas, originando desasosiego por el uso perverso e irresponsable de
las primicias divulgadas". Su breve perorata fue de diecisiete minutos...
la más breve que se recuerde de un gobernante en el presente siglo. Apenas
dedicó ochenta y siete segundos en sugerir un reglamento legislativo para
impedir el desborde noticioso en las redes sociales y el uso inadecuado de
tecnologías informativas de última generación. El resto de sus palabras
plantearon una serie de medidas para encarar los problemas regionales,
mencionando un mega proyecto de viviendas para la parte sur de la región, así
como la construcción de un parque artificial como el de Hong Kong con
instalaciones modernas y un paisaje natural sobre el río Ozama, además de una
zonas comercial al norte de la provincia.
Mientras
Fausto hablaba, su madre realizaba un gran esfuerzo por prestar atención a sus
palabras, pero no pudo evitar la evocación de varios momentos de
alegría, y a su vez de gran tristeza en la vida de Fausto, cuando tenía 37 años
y estaba en el inicio de su carrera política. Hasta ese momento, sin lugar a
duda, lo del videoclip había sido la contante y sonante rodando por los medios
informativos, con más énfasis que el angustioso divorcio catorce años atrás,
que le costó a Fausto una desolación extrema; pero mientras más atención ponía
en escucharlo, con mayor claridad le llegaba el recuerdo de un Fausto
relativamente joven, siendo ya un abogado exitoso, con bufete establecido en una
de las principales arterias comerciales de la ciudad de Santo Domingo, que
había sido cónyuge de la señora Piedad Batista Ventura, con quien
procreó dos de sus hijos: Antonio, de 18 años y Cinthia, de 14; y comenzó a
criar a Yudelka, hija adoptiva y reconocida por ambos.
Recordaba
el momento en que el doctor Fausto Gómez Collado se abría paso dominante como
dirigente de una organización política emergente que había calado con los
mejores auspicios en los sectores más jóvenes de la población, alcanzando un
escaño congresional en la Cámara Legislativa, donde forjaría un nombre político
por su excelente historial en la autoría de códigos y normas de la seguridad
social, durante dos períodos parlamentarios. Desde entonces la gente lo asumía
como el candidato potencial para dirigir el Gobierno de la región, pues su tasa
de rechazo para optar por ese cargo era mínima, no teniendo ningún antecedente
de tropiezo personal trascendente. Sin embargo, su primer revés no sería en el
plano político, sino en la esfera marital, como resultado de una relación
disoluta que le causó gran pena familiar. En la ocasión, la madre fue para
Fausto Gómez Collado su absoluto consuelo, su consejera y asesora, que lo
apartó de la mirada pública, de las recepciones oficiales del Congreso y el
Gobierno, de las actividades masivas, manteniéndolo a conveniente y prudente
distancia de los electores para evitar que su desánimo se tornara
pegadizo y produjera desaliento entre sus más cercanos seguidores.
El
restablecimiento de la estabilidad emocional, pudo lograrlo gracias al empeño
de su madre; a sus palabras cariñosas, a su recomendación de que se
tomara una temporada de descanso fuera del país; y el legislador Fausto Gómez
Collado pudo viajar en aquel momento a Francia en una simulada misión legislativa,
supuestamente representando su región en una conferencia internacional
medioambientalista, donde buscaba en realidad ocultar su estado anímico
menoscabado y conseguir un poco de paz y recreación visual.
La medicina
efectiva para superar su crisis pasional sería el disfrute de la visión
maravillosa de París: las riberas del Sena, El bulevar Saint-Michel, los
monumentos de El Arco del Triunfo y la Torre Eiffel, el impresionista Museo del
Louvre, las casas de la moda, y el encanto del Bulevar de los
Italianos, situado en el noveno distrito de la ciudad del amor y la luz. En su
breve paso por Europa llenó cuanto pudo su urgencia de recreo y
alegría. En el noroeste de Italia, experimentó el placer de recorrer en
góndolas el escultórico Gran Canal de Venecia, cruzando los cuatro
puentes que dividen la ciudad en dos partes, desde la estación de Santa Lucía
hasta la Plaza de San Marcos, apreciando maravillado cada detalle de esos
tesoros arquitectónicos que constituyen un ostentoso atractivo turístico y una
efectiva delicia visual. Y a su retorno por la vía de los Estados Unidos, se
encaramó a esquiar en las montañas nevadas de Vermont.
Catorce
años trascurrieron desde aquellos angustiosos momentos. La señora Aura Collado
Rodríguez, sumida en el recuerdo, mientras aplaudía el discurso de la
ocasión, estaba haciendo una ponderada analogía, relacionando dos períodos
de vivencias diferentes, pero tan parecidos, donde hubo que combinar los
componentes curativos de la aflicción y el tormento con el descanso
y el recreo.
Sentada en un sillón en el grandioso salón de grabaciones de la
casona gubernativa recordaba la contienda silenciosa que tuvo que librar cuando
su hijo fue legislador, ocurriéndosele pensar en que ahora su gabinete debía
inducirlo a tomar un apropiado descanso en el ámbito local; por ejemplo, yendo
a la hacienda familiar al norte del país, dejando la sede gubernativa y los
asuntos administrativos, durante dos semanas, bajo la directriz del primer
secretario, quedando sólo en sus manos el tratamiento de las resoluciones
intransferibles. El lugar ideal para el descanso era la hacienda de Villa
María, con seis hectáreas de extensión, una antigua herencia
familiar situada a 224 kilómetros de la metrópolis capitalina, donde el
gobernante podría descansar a sus anchas, con la ventaja para él de que la
conocía al dedillo desde niño, porque allí pasó todas las vacaciones de su
infancia, y allí había nacido su hermana Charo, además de que era también la
cuna de su madre. En el prado y en toda la senda de la carretera, llena de
grama y rodeada de árboles, transcurrió para ellos un tiempo inolvidable de
alegría y placer.
Muy pronto
se materializó el pensamiento de Aura Collado Rodríguez y el licenciado de la
Rosa quedó al frente del día a día administrativo, comprometido a cumplir el
acostumbrado activismo que el estadista Fausto Gómez Collado había impreso a su
calendario de labores con presteza y acierto, de modo especial en lo tocante a
la ejecución presupuestaria de los programas de salud comunitaria y seguridad
pública regional. Una tarde de mediados de febrero, Julio acompañó y despidió
al gobernante y su familia hasta la escalerilla del helicóptero que los
transportaría hasta Villa María.
Con ellos iban su secretaria personal y dos
escoltas civiles. La gran tarea de Julio de la Rosa sería ahora disminuir el
ruido del videoclip, que acaparó la atención pública por el protagonismo de la
hija del gobernante; y su primer paso fue controlar y reorientar el gasto
publicitario oficial, disponiendo el pago adelantado de una promoción sobre la
iluminación de las áreas urbanas, que sería un modo exitoso de combatir la
delincuencia. También se esforzaría en distraer la atención pública y aminorar
la estridencia verbal sobre un asunto superfluo que logró ocupar de manera
notoria la palestra pública. Se planteó por igual, en su prioridad esencial,
iniciar formalmente los trabajos de edificación de una zona industrial al oeste
de la ciudad, compuesta de una fábrica de carrocerías de vehículos y piezas de
autos, así como de una industria de electrodomésticos, para crear fuentes de
empleos, en función de una promesa de campaña que debía de cumplir. Para su
gestión, era prioritario asimismo mantener en los medios informativos una
campaña de respaldo al desarrollo del turismo en algunas áreas de la provincia,
resaltando además un proyecto hotelero para ser levantado en la zona turística
de la parte norte de la región, con lo cual esta actividad económica
fortalecería la generación de divisas en euros y dólares en beneficio de la
gobernación.
Aquel día a
media tarde, Fausto Gómez Collado llegó a la hacienda de Villa María, en
compañía de su madre y de sus hijos Antonio y Luisa, que no habían
visto aún la remodelación hecha a la casa y los jardines, convertidos en
una maravillosa obra de arquitectura por la mente creativa y talentosa
del ingeniero y escultor Luigui Guarini, su viejo amigo italiano, que había
sido una de las grandes conquistas que había sumado a su gestión gubernativa en
materia de asesoría y planificación urbanística. Aura, que nació en la
hacienda, la miraba sorprendida, sin reconocerla, y le inquirió a su
hijo:
-¡Diablo!
¿Qué es esto?
"¡Bellísima!",
fue su escueta respuesta, y juntos se quedaron contemplando el paisaje.
La casa
entera fue diseñada de manera audaz con todas las comodidades del
momento. Ubicada en los altos de una colina con una larga entrada de camino
asfaltado, con grama a su alrededor y un ancho portón eléctrico, garaje
múltiple y en su interior, una sala suntuosa con muebles diversos,
los principales de caoba pura; y amplios salones de estar, con
vistas a la carretera y al mar. La señora Aura Collado Rodríguez estaba
maravillada, especialmente observando la biblioteca digitalizada que era un
oasis para el aprendizaje, compuesta por una cantidad enorme de libros
digitales, un televisor pantalla gigante, con múltiples videos y enciclopedias
digitales, en formato PDF, y un espacio cibernético, integrado por lectores
digitales, mesas con laptops y gadgets de lectura; además de un mueble guardador
de videos y chips.
A las 7:00
de la noche, cayendo el atardecer, Fausto y sus hijos, asociaron sus miradas
contemplando fascinados el horizonte por donde se avistaba una espesura
armoniosa con un encanto particular en la cúspide de la colina. Miraban hacia
allá por el área donde resaltaba la jardinería de rosas amarillas, blancas y
moradas, y por donde sus pupilas danzantes sentían la alegre imagen de la
primavera eterna trillando sus ojos, alrededor de la vistosa casa campestre
hecha en base a una insuperable combinación de planos y volúmenes, con estilos
clásicos y modernos, sustentados en avanzadas técnicas que conjugaron aspectos
decorativos y monumentales en madera, caoba, mármol, cerámica y vidriería.
En esa
tarea de contemplación, que siguió hasta bien entrada la noche, Aura Collado
Rodríguez sintió que una tierna melancolía mecía su pensamiento, y en su
memoria aún atascada de tristeza, se desnudaba la intimidad de la
conciencia, apareciendo el grabado ilustrado de una niña de
talento asombroso contemplando seis décadas atrás, una infinidad de
golondrinas, descendiendo en la lejanía, mientras caían en el campo
reverdecido de palmeras, almendras y framboyanes. Era la visión de sí misma, en
ese lugar exacto, pero en una época bien atrás. Era la nostalgia y la
reminiscencia, invocando vivamente un tiempo lejano; era el reencuentro con la
niñez en la antigua casona de madera de palma, techo de zinc y piso de
cemento, construida por su abuelo Luis Rodríguez en seis hectáreas de
tierra baldía, donde aparte de las aves silvestres y los puercos cimarrones que
penetraban en el lugar, apenas se podían contar una vaca demacrada y
envejecida, más ocho gallinas y dos gallos domésticos. En su mente
estaba el vivo recuerdo de aquel domicilio alzado casualmente en la época en
que los infantes de la marina estadounidense invadieron esas y otras tierras, y
sus soldados las aprovecharon para construir el ferrocarril y un
puente de vigas metálicas sobre el río de la comunidad
de Hojas Anchas. Ella nació allí, del vientre de María Rodríguez, una bella
morena de origen haitiano nativa de un pueblito cercano llamado El Limón, que
llegó al lugar embarazada y murió aún joven asesinada por su marido, dejándola
huérfana, atendida por una prima lejana en Villa María.
Fausto se
acercó a su madre para despedir la noche, le dio un beso, y volvió sobre sus
pasos, deteniéndose en la puerta del dormitorio cuando la escuchó decir:
-Tú y la
gente que desfila cortesana para rendir honores a tu cargo, no tienen la menor
idea de las penas y desgracias que albergaron este lugar, donde murió baleada
tu abuela y un suceso dramático ensombreció mi vida a los catorce años.
Fausto
arqueó las cejas y la miró sorprendido. Estaba visiblemente fatigado
por las tantas horas sin sueño y por el deseo de dormir; pero aun así, se
interesó en escucharla.
-¿De qué me
habla mujer?
-Te lo diré
luego, hijo. No quiero abusar de ti. No has descansado nada y es justo que tus
primeras horas en la hacienda sean para reposar y descansar -dijo Aura Collado
Rodríguez.
Hizo una
pausa en su nostálgico inventario de subsistencia y encaminó a Fausto Gómez
hasta el final del pasillo. En el trayecto sólo se refirió al asunto de la
devastación forestal que advirtió en la zona y a la necesidad de
llamar con urgencia al Ministerio de Medio Ambiente para que conociera la
situación y se abocara a idear un programa para la reconstrucción del campo
estragado por la tala de árboles y la extracción de arena del río que se había
hecho durante mucho tiempo, provocando un desorden ecológico y una aguda
escasez de agua en esa región. Al final de la madrugada, cuando surgió el
primer rayo de luz en el horizonte, Aura se levantó tambaleándose, agarrándose
de una silla para incorporarse y abrir la ventana; pero alcanzando a disfrutar
la puesta del sol, aproximadamente a las cinco de la mañana. Y se mantuvo ahí
un buen rato, en un maravilloso y solemne ejercicio de contemplación, hasta que
decidió reencontrarse con su nieto Antonio en la casa, para emprender una
inspección conjunta sobre el estado real del medio ambiente en la región.
Aura
fijó detenidamente sus ojos en la desolación de la
carretera y la montaña y recordó la inolvidable época
de las vacaciones escolares de Fausto Gómez, el tiempo de su
infancia, donde aquel lugar tenía su mayor atractivo en la hilera de árboles de
caucho en las aceras, cuyas ramas pasaban de un lado a otro de la
autopista, en un hecho contrastante con la desertificación que
visualizaba en ese instante. Se decía a sí misma: "¡Qué
tiempos aquellos en que el paisaje armonizaba con
los caudalosos ríos cuyas límpidas aguas fluían con movilidad
indescriptible! ¡Qué diferencia entre los ríos fluidos y hondos del
ayer y los arroyuelos secanos en que éstos se habían convertido por
descuido de la clase dirigente y la falta de conciencia de la gente, en
menos de 30 años!" En su recuerdo veía a Fausto junto a
decenas de niños del campo jugando a la "Gallinita ciega",
a "Arroz con leche" y al "Matarile rile ron"; en pantalones
cortos, los chicos, y las hembritas, con sus vestidos de seda y sus
trenzas enrolladas. Poco quedaba de la antigua Villa Alegría,
apreciándose un pedregal en serie sobre el lecho de lo que una vez fuera el
Charco de la India, que iba muriendo junto a la bella leyenda del
ser misterioso con rostro de mujer y figura de delfina, zigzagueando en el
fondo del río con la gracia de un pez espiga inalcanzable, en un
espacio natural para el recreo y la natación humana. En ese
momento se veía una playa muerta y seca, con piedras gigantescas y
solitarias; sin manglares, ni los verdosos juncos que
recreaban a los bañistas y divertían a los niños; era una
playa en estado de extinción.
Aura tomó
nota mental del secadal y de la necesidad de aumentar la presencia de
peces, aves y otros animales domésticos y silvestres, con el fin de poder
garantizarle a la gente una vida como Dios manda, tal y como quería que
fuere el supremo creador de la naturaleza; y de regreso a
la casa, contó a Fausto, que la escuchaba deleitado, todo lo visto; y éste, se
sintió orgulloso de tener una madre extraordinaria, sensible y
soñadora, que sobreponiéndose al abatimiento familiar, tenía tiempo para tomar
nota de la situación de una zona embestida por la alteración del equilibrio
ecológico; y comprendió en ese instante, que sus vacaciones allí tendrían un
resultado auspicioso, porque ya en su primer día de descanso se sentía
mejorado, tras recibir una lección cívica, como efectiva terapia
contra el rosario de desgracias que les perseguían.